Si la queja es permanente en nuestra lengua española, con medio millardo de hablantes, sobre la manera en que se habla y escribe en los diferentes medios, imaginen cómo las trae el idioma inglés con casi tres veces esa cantidad repartida por todo el globo. A pesar de poseer una tradición de siglos que ha parido algunas joyas literaria con el fin de enderezar la prosa, como el Modern English Usage, escrito en la Gran Bretaña por el lexicógrafo Henry Watson Fowler; o el mítico The Elements of Style, publicado en los Estados Unidos por William Strunk en 1918, y mejorado por su pupilo White, en la versión definitiva de 1950. Con este último en mente, aun entre la maraña de manuales que han surgido en las últimas décadas a la sombra de la necesidad de “mejorar la comunicación escrita”, un psicólogo y científico cognitivo del renombre de Steven Pinker, presenta este libro como “la guía de escritura de la persona pensante en el siglo XXI”.
Quizás tengan mucha razón los que aleguen que el español tiene el bastante reciente Libro de estilo de la lengua española (2018), editado nada menos que por la RAE; y que no todo lo que vale para la lengua de Shakespeare tiene que hacerlo para la de Cervantes. Sin embargo, querámoslo o no, compartimos tanto con la cultura angloparlante que el punto de vista de un científico evolutivo como Pinker, multipremiado y activo durante décadas en la más exigente academia del mundo, debe aquilatarse:
“Los pseudointelectuales vomitan su oscura verborrea para ocultar el hecho de que no tienen nada que decir. Los profesores de las disciplinas más irrelevantes revisten la trivialidad y lo obvio con los accesorios de la sofisticación científica, confiando en que así aturdirán a sus audiencias con pretenciosas jerigonzas.”
Porque para Pinker no sólo es fundamental conocer el lenguaje y sus estructuras, sino poseer una intención y desarrollar una forma:
“El propósito de escribir es ofrecer algo y su motivación es la verdad desinteresada. Se logra el objetivo cuando se consigue alinear el lenguaje con la verdad, y la prueba del éxito es la claridad y la sencillez. La verdad se puede conocer, pero la verdad no es el lenguaje que la revela; la prosa es una ventana al mundo. El escritor conoce la verdad antes de ponerla en palabras; no está aprovechando la ocasión de escribir para soltar lo que piensa. El escritor de la prosa clásica no tiene que discutir la verdad; solo tiene que presentarla. Esa es la razón por la que el lector competente puede reconocer la verdad cuando la ve, siempre que se le proporcione una visión clara y sin impedimentos.”
Tal vez no sea la mejor traducción (Capitán Swing, 2019), pero incluye comentarios puntuales muy precisos sobre esas diferencias gramaticales entre las dos lenguas que hacen de su lectura una oportunidad para cuestionarse y reflexionar sobre el oficio.
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