En instituciones de salud, cuando se habla de los mecanismos de prestación de servicios para “auxiliares de diagnóstico” que incluyen los relacionados a Laboratorio Clínico, Banco de Sangre, Anatomía Patológica, Imagenología (entre otros), así como servicios relacionados a maniobras clínicas o terapéuticas (cirugía de mínima invasión, endoscopía, procesos de esterilización, hemodinamia, ortopedia, hemodiálisis, tamiz metabólico o anestesia) es frecuente encontrar el término “servicio integral”.
De manera simplificada, este concepto es el de contratar a un intermediario o “integrador” que funciona como un punto en común de relación entre marcas comerciales y empresas de tecnología, insumos, materiales y reactivos que son fabricantes o distribuidores primarios, al que se le encomienda “librar” a los contratantes del servicio de la carga administrativa y de gestión para poder mantener un adecuado suministro y control de los elementos antes mencionados.
“Tú pones a la gente, mientras yo pongo las máquinas, los reactivos, los consumibles y el sistema informático”, esta suele ser la frase con la que estas empresas ofrecen sus servicios. Bajo un esquema que puede ser el de “pago por prueba”, es decir, se paga por estudio o procedimiento realizado (bajo un esquema de ponderación de costos acordado entre el contratante y el integrador) o por el de “pago por reactivos y consumibles”, en las cuales se permite contar con equipos y otros sistemas a comodato, este tipo de relaciones comerciales ha sido el preponderante en las últimas décadas cuando hablamos de la prestación de servicios diagnósticos o terapéuticos en multitud de instituciones hospitalarias, en especial en las públicas.
¿Qué ha llevado a tener este esquema de “integración”? La respuesta no es sencilla: parece ser un complejo caos en el que las instituciones no pueden hacerse cargo de esa multitud de variables a controlar (cientos, incluso miles de claves de materiales, reactivos, equipos o suministros) o no quieren hacerse cargo (por la sobrecarga administrativa que implica dar este tipo de soluciones), además de la maraña administrativa que significa tener una enorme cantidad de proveedores, contratos, una complicada logística de abastecimiento, un desafiante sistema financiero de pagos, facturación y otros relacionados, y también la dificultad de tener la capacidad de proporcionar servicios de ingeniería, mantenimientos, capacitaciones y adiestramientos sobre los equipos necesarios para la operación.
Por lo anterior, el concepto “plug and play” (enchúfate y juega) que ofertan estas empresas integradoras, pareciera ser una respuesta adecuada para evitar todo este entramado técnico, administrativo, financiero o legal y en efecto en muchos casos realmente lo es (cuando las reglas del juego son lo suficientemente claras y se blindan potenciales eventos de corrupción).
Desafortunadamente, lo anterior no siempre sucede. Es frecuente que estas empresas se asocien de manera aberrante, para conformar figuras tipo “cártel” y repartirse mercados o establecer estructuras cercanas al monopolio, lo que implica una potencial merma en la prestación de servicios, los cuales se vuelven más caros e ineficientes pero “tienes que adquirirlos, porque si lo haces tú, por tu cuenta, no te va a ir bien y además, nadie te va a vender”.
Como en multitud de áreas relacionadas a la salud en México, es imperativo tener mecanismos de regulación, supervisión y fiscalización eficientes, para que un concepto que puede ser “bueno” no termine transformándose en una pesadilla para quienes son los que utilizan el servicio, como los trabajadores que operan equipos y usan los materiales y reactivos, que se enfrentan a empresas ineficientes y soberbias, y los pacientes que reciben un servicio de mala calidad.
Al día de hoy se están llevando a cabo licitaciones relacionadas a servicios integrales, en especial en el Instituto Mexicano del Seguro Social a los cuales es imperativo prestarles atención, para que se lleven a cabo de la manera más transparente y eficiente en favor del sistema de salud nacional.
Sirva esta columna como advertencia para estar alertas ante situaciones de corrupción y actuar en consecuencia.
(Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre)