No es alerta máxima ni crisis. Pero sí hay preocupación en Palacio Nacional. En los últimos días, el presidente López Obrador ha perdido la tranquilidad sobre el derrotero de la sucesión. 

De un estado de absoluta confianza en que el 2024 estaba definido, que él iba a poder dejar sucesora y que lo único que debía amarrar personalmente era la unidad en Morena para evitar fracturas que alimentaran a una oposición desvencijada, pasó a la intranquilidad porque Claudia Sheinbaum resultó mucho peor para hacer campaña de lo que se esperaba (no es que se esperara mucho, pero lo que ha visto el presidente lo ha dejado preocupado), Adán Augusto se desplomó y la oposición lleva una semana capturando la agenda de discusión pública (primero por el anuncio de su método de selección de candidatura presidencial y después, por estos días de la llamada “Xóchitl-manía”). Así me lo cuentan fuentes de primera mano. 

El Plan B también hace agua. En unos cuantos días de campaña, Adán Augusto López exhibió todas sus debilidades y borró sus fortalezas. No atina a saltar de escándalo en escándalo. Si no es su colección de relojes de a millón de pesos cada uno, son los excesos de su coordinadora de campaña o las acusaciones que recibe de sus compañeros de partido por el exceso de gasto y el acarreo para llenar sus mítines.  

A Adán Augusto ya lo castigaron. Cuentan las fuentes que, con el aval del presidente, la nueva secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, rasuró a decenas de colaboradores de Adán Augusto. Hay quien dice que fueron como cien. Pero el más estratégico de todos —el ducto que suministraba combustible para la campaña— fue el director general de Juegos y Sorteos, Manuel Marcué Díaz, muchas veces señalado por presuntos desvíos y extorsiones a los dueños de los casinos. 

Por si fuera poco, el jefe máximo no está pasando por un buen momento. López Obrador no se siente cómodo sin el control de la agenda. Lleva una semana tratando de recuperarla, pero ahora es él quien reacciona a lo que pasa en la oposición. Él es quien intenta colgarse de la narrativa de sus rivales para no desaparecer: critica el método, piensa que es Creel y se burla, piensa que es Xóchitl y la ataca, se aprovecha de los que se bajan y descalifica a los que se suben. Hasta en su festejo del Zócalo, la nota fue lo que dijo de la oposición. 

El presidente está perdiendo relevancia. Su mañanera tiene cada vez menos impacto. Es la ruta natural del ejercicio del poder: todos los ojos están en los aspirantes a la candidatura presidencial. Encima, un hilo de episodios de violencia de alto impacto —el asalto a mazazos en Antara, los 16 secuestrados en Chiapas, el atentando contra Hipólito Mora, etc.— lo tienen arrinconado. 

Saciamorbos

Cuentan en Palacio que la semana pasada, AMLO iba a decir que el candidato de la oposición era Santiago Creel. Pero justo un día antes de que lo anunciara, empezó a agarrar tracción el fenómeno de Xóchitl Gálvez. Así que se echó para atrás, compró tiempo, se dio unos días para medir las aguas… y terminó cambiando su apuesta. 

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