Han comenzado las lluvias tan esperadas, estoy consciente de los beneficios que traerán y me siento contenta. Con el aguacero tempranero de anoche algunas de mis plantas amanecieron resplandecientes, los geranios necesitan algunas más para florecer. La lluvia, porque cae del cielo, trae vida, es más que agua, son promesas, presagios buenos, polvo de estrellas, planetas y galaxias lejanas que se derraman en mi tierra.
Ahora lo recuerdo, hacíamos la tarea, la tarde nublada anunciaba lluvia, un viento travieso levantaba la cortina con timidez, hasta que llegó al descaro de alzarla por completo haciéndola levitar por la estancia, así que cerramos la puerta corrediza. Comenzaba.
Fue arreciando en intensidad, a mis espaldas escuché su voz diciendo que estaba tan nublado que parecía que iba a caerse el cielo. Las tres mirábamos hipnotizadas como se formaba un arroyo veloz lavando el polvo y las hojas secas, la canal tiraba un chorro violento que repiqueteaba en las losetas. En un descuido, ella ya no estaba, escuche la puerta de la cocina y ante nuestro asombro, mi hermana bajo el aguacero reía feliz, bailando presa de un frenesí como lo hacía la lluvia.
-¡Metete que te vas a enfermar!, le decía mi abuela.
– ¡Te va a caer un rayo!, la voz de la nana asustada hacía acto de presencia en la escena.
Yo solo la miraba sin atreverme a seguirla, no me atemorizaba mojarme, tan solo que escuchaba embelesada su risa brotando con una felicidad interna tan grande que contagiaba mi corazón desenfrenado. Y detrás de ese cristal, desee con todas mis fuerza que se prolongara el aguacero, que ella se siguiera mojando, para que continuara riendo.
Han comenzado las lluvias, los huracanes que tienen nombre, han hecho su aparición en las costas, como en las listas de la escuela; por orden alfabético. Ya se presentó Adrián y Beatriz, no se cuales otros nombres se sumen, lo que importa es que siga lloviendo, que los ríos aumenten su caudal y rebose de vida y abundancia la tierra. Aunque yo prefiero la lluvia tranquila sin tantos aspavientos, sin rayos ni truenos, siempre le doy la bienvenida porque hace un efecto en mí que no sé explicar, tan solo lo siento al igual que las plantas, y de la misma manera, me renuevo como un ser viviente más que admite con docilidad los cambios del clima y del tiempo.
Él me lee los pronósticos venideros y dice con determinación que seguirá lloviendo, que ya llegó la temporada de huracanes. Me muestra la visión satelital, en la cual, las nubes cubren mi país como un remolino blanco que quisiera expulsar el mal por entero.
Estas lluvias, me hacen meterme en mis pensamientos como los conejos en la madriguera y siento como comienzan mis modificaciones. Mis procesos son lentos, hasta que se acoplan en un proceso homeostático con el ambiente, y me permite no quedar relegada.
Me pongo a pensar, que si estuviera en mis manos nombrar los huracanes seguramente alguno llevaría tu nombre, en honor a tu risa y tu recuerdo que sigue vibrante en mí como ese día, como un día de fiesta.