¿Quién fue el último en salir y cerrar la puerta? Sí, porque a ese, no le importó si estaban bien cerradas las ventanas, o si había ropa en los tendederos, simplemente tiró del picaporte sin voltear la mirada y se marchó.
La casa está abandonada, en un principio, las primeras semanas, conservaba su prestancia, sus vidrios aún se veían limpios al igual que el patio, no invadía a mansalva la mala hierba las losas de colores, esas que parecían saludarme como si me salieran al paso. Desde que yo recuerdo, ha tenido rejas, así que está acostumbrada a la curiosidad de las miradas y no tiene inhibiciones. Si antes mostraba sus puertas abiertas, ahora no teme ser vista desolada y vacía.
Pero, ¿cuál es la función de una casa? Proporcionar un techo, dar sentido de pertenencia a su dueño, que pueda decir: “Es mía, aquí vivo yo”, otorgándole un lugar como a un ser querido. Pienso que es más que eso, cuando estaba habitada, los pensamientos de sus moradores, cansados salían a hurtadillas, escondidos en la noche y se enredaban en sus cortinas, se columpiaban en los cristales de la lámpara del techo, contemplaban el tapiz de flores descoloridas y caminaban sobre la alfombra para no tomar frío.
Al amanecer, se unificaban, y como el pie en el calcetín, apuraban el paso entrando a la realidad naciente del día, esa que nos arranca de los sueños y nos vuelve a recordar que somos de este mundo.
Sí, la casa está abandonada, no hay siquiera un letrero, una lona solicitándole un dueño, hasta el momento, tristemente no se anuncia una oportunidad ni esperanza para ella. Yo paso a su lado y me apena su desaliño, ella que era tan orgullosa y en días parecía altiva, ahora luce desaliñada, resignada e impotente sin poder hacer nada. Lo sabe, me he dado cuenta, me lo dicen sus ventanales sucios de lluvia, su esencia escondida detrás de las cortinas polvosas.
Será que con el tiempo llegue a conocerla, porque siempre fue parte de mi entorno y mi paisaje, me veía pasar en la bicicleta en la alameda, y como una persona mayor sentada rígidamente, esbozaba una leve sonrisa al descuido, como si me mirara y le alegrara verme.
Quisiera decirte que volverán, que abrirán tus puertas mohosas, que te poblarán de voces y te darán una mano de pintura, que vendrá un jardinero a aliñarte, impermeabilizarán tus techos y reforzarán tus vigas, pero no quiero ilusionarte dándote falsas promesas.
Tengo algunas conjeturas que no he querido participarte, pero como va la vida por estos rumbos, lo más seguro es que te dividan en locales comerciales, y si hay suerte y cae un buen cliente, te dejarán entera y serás una bella cafetería o un restaurante, desde donde los comensales observarán el parque bajo un toldo de colores. Y tú, escucharás sus confidencias y sus risas que nunca serán las mismas.
Paciencia, algo tendrán que hacer contigo, te digo al pasar, las esperas suelen ser largas y las respuestas tardan, pero vienen cosas buenas para ti, eres una casa de gran potencial. Tú me miras agradecida, como si se hubieran invertido los papeles y yo te diera ánimos y consolara, porque no puedes irte a otro sitio, no puedes abrir la reja y simplemente cerrar la puerta.