“Primum non nocere” es una frase que traducida del latín indica que “lo primero es no hacer daño”. Esta máxima ha acompañado a los elementos asistenciales médicos desde sus inicios y se traduce en que la seguridad del paciente es lo primero y que existe un compromiso por mantenerla.
En la evolución propia del concepto, la seguridad del paciente ha ganado cada vez mayor protagonismo como objetivo sanitario y como el elemento máximo de garantía de calidad. La seguridad, ahora entendida como la reducción del riesgo de daño innecesario relacionado con la atención de salud hasta el mínimo posible, es el objetivo en multitud de regiones, instituciones y hospitales, incluyendo nuestro país.
Hace algunos días se publicaba en el “Modelo Único de Evaluación de la Calidad”, del Consejo de Salubridad General, que era necesaria la consolidación de un sistema de políticas y programas que tuviera impacto real en las condiciones de salud y que incorporara principios de participación social, competencia técnica, calidad médica, pertinencia cultural, trato no discriminatorio, digno y humano. Este modelo único, considera que sus pilares deben de ser la efectividad, eficiencia, accesibilidad, equidad, centralización en el paciente y de manera fundamental otorgar seguridad en la atención, entendida como la reducción al mínimo de los riesgos y daños a los usuarios.
Justo en la columna previa, escribí acerca de las acciones esenciales de la seguridad para los pacientes, elementos que al ser imprescindibles y no contar con ellos, implicaba un alto riesgo para los usuarios. Comentaba que para su implementación, era necesaria la integración de todos los agentes implicados en estos procesos de garantía de la seguridad y calidad (autoridades sanitarias, profesionales clínicos, todos los niveles asistenciales, sociedad en general, asociaciones de pacientes, entre otros) y que si un elemento no está integrado, toda esta cadena de esfuerzos se va al traste.
Si no se llevan a cabo estas acciones esenciales en seguridad, los riesgos aumentan y las instituciones que otrora prometieron protegernos, se vuelven en contra y son generadoras de daño, destrucción y muerte. El ejemplo más reciente, trágico, doloroso y causante de rabia, fue el ocurrido en el sureste donde una infante perdió la vida, puesto que no se dio garantía de una atención segura. Sin embargo y desafortunadamente, esta realidad adversa no es única y todos los días (pongo ejemplos de nuestra localidad) se mantienen en riesgo a multitud de personas.
Se ponen en riesgo a pacientes cuando la resonancia magnética del hospital centinela de la región no sirve, por un siniestro rebosante de corrupción y se tienen que subrogar servicios. Se ponen en riesgo a pacientes cuando no hay medio de contraste disponible para tomografías o se utiliza uno de calidad disminuida. Hay riesgo cuando no existen microscopios en cantidad adecuada para tareas de anatomopatología y cuando existe retraso sustancial en resultados de biopsias por una sobredemanda de atención, no cubierta con personal ni recursos materiales o tecnológicos y se dilatan los diagnósticos de cáncer.
Se ponen en riesgo a los pacientes al no contar con procedimientos de endoscopía, manometrías, material para cirugía ortopédica o personal médico especializado con contrato. Hay riesgo cuando los servicios de sangre están cerrados y sin licenciamiento. Existe riesgo mayúsculo cuando las autoridades regionales en salud piden “ser creativos” para recetar (mejor dicho “repartir”) el Paxlovid que está a punto de caducar incluso sin criterios para su administración y así multitud de ejemplos más que ocurren en la institución que se ostenta como la alegoría de una madre y su regazo.
Los cotos de corrupción de esta institución (y otras más, hay que aclararlo) que involucran también la inacción, omisión o colusión sindical y la displicencia de las autoridades reguladoras en salud, están haciendo que esa máxima de “primero no hacer daño” se torne en una gran mentira. Una realidad dolorosa y trágica que será transformada únicamente si como sociedad exigimos lo propio. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación voluntaria de sangre.