Comenta Luis Estrada que nada más la semana pasada el presidente López Obrador mencionó 25 veces a la senadora Xóchitl Gálvez en la mañanera. En 16 ocasiones se refirió a ella como “Xóchitl”, nueve como “señora Xóchitl” y una como “señora Xóchitl Gálvez”. A estas hay que añadir las siete menciones de ayer.
“Como la señora Xóchitl denunciaba, denunciaba y denunciaba”, explicó el lunes, “dimos a conocer que la señora tiene dos empresas y que le ha ido muy bien, porque de vender gelatinas pasó a ser millonaria”. Añadió: “Todavía lo puedo decir, porque no nos han notificado. Una vez que nos notifiquen ya no podemos hablar, pero todavía tenemos unas horas”. Se refería a que el INE no le ha notificado formalmente las medidas cautelares con las que le pide abstenerse de tratar temas electorales o de cuestionar o impulsar a aspirantes a cargos electorales.
AMLO ha sido cuestionado por haber utilizado a las instituciones gubernamentales para obtener y divulgar información financiera de las empresas de la senadora, pero ayer declaró: “No se necesita usar todo el aparato del Estado, si casi es de dominio público”. No sé qué significa ser “casi de dominio público”, pero es falso que todo el mundo tenga las cifras de ventas de las empresas de Xóchitl Gálvez. Son datos confidenciales que solo pueden tener los responsables de las compañías, y el SAT y la UIF, instituciones gubernamentales, tienen la obligación legal de mantener la secrecía de esta información.
Lo interesante es que el presidente insista en atacar a Xóchitl todos los días. Entiendo que no le preocupa lo que diga la ley, pero hasta este momento sus ataques solo han fortalecido a Xóchitl. El espectáculo de un presidente poderoso que agrede a una mujer difícilmente será bien visto por la opinión pública.
Una posible explicación de estos ataques es que el narcisismo del presidente es tan grande que piensa que cualquier cosa que diga, aunque sea un artero abuso, será aplaudida por el pueblo bueno. Otra es que no se da cuenta de que él mismo ha promovido la candidatura de Xóchitl de una forma que ella por sí misma no habría podido lograr, por lo menos no en tan poco tiempo. Ayer el propio López Obrador tocó esta posibilidad al decir que “algunos dicen” que “se está levantando Xóchitl, como si la gente, como si el pueblo, no se diera cuenta, como si el pueblo fuese tonto”.
Otra posible explicación, más maquiavélica, es que el presidente considera que fortalecer a Xóchitl es la mejor estrategia para debilitar a la oposición, porque otros candidatos serían mejores. Una más es la que sugirió la propia Xóchitl: ¿Será que soy su crush?”.
Mucha gente se pregunta por qué Xóchitl denunció al presidente ante el INE si hasta ahora ella ha sido la principal beneficiaria de los ataques. Ya es la única interlocutora del presidente en la oposición. La efervescencia de su campaña contrasta con la falta de interés en las corcholatas presidenciales. Quizá, por otra parte, Xóchitl tiene su estrategia. Sabe que el presidente no podrá contenerse y la atacará nuevamente, con lo que quedará de manifiesto que sus afirmaciones de que es juarista y respetuoso de la ley son falsas.
No, no creo que Xóchitl sea el crush del presidente. El odio que este le tiene se manifiesta en cada gesto al mencionarla; solo falta que por la furia le salga humo de las orejas. Ayer reiteró que es “la candidata de los potentados, de los corruptos”. Y señaló: “Nos quieren vender otra farsa, que una mujer que empezó vendiendo gelatina ha logrado superarse”. Quizá esa sea la razón de los ataques. Al presidente le da mucho coraje que alguien, especialmente una mujer, pueda superarse por su propio esfuerzo.
Precampañas
¿Por qué permite el INE las “precampañas” que estamos viendo en todo el país? “No es lo mismo una precampaña en español que en lenguaje jurídico”, me explicó ayer en radio Uuc-Kib Espadas, consejero del INE. ¡Ahora lo entiendo todo!
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