La imagen de un mexicano con sombrero durmiendo junto a un nopal es un mito que quizás nunca fue verdad. Cualquier observador de la realidad mexicana se da cuenta, de inmediato, de la gran capacidad de trabajo de su gente. Aunque esto varía de región a región, lo cierto es que los mexicanos son de los que más horas pasan laborando para ganarse el sustento.
Y, sin embargo, también es cierto que, en términos internacionales, el salario en nuestro país es de los más bajos, ciertamente en comparación con las naciones que conforman a la OCDE. Las razones de esto son variadas pero la realidad es innegable.
En México existe una pobreza asociada a la falta de trabajo pero también existe lo que se llama pobreza salarial. Es decir, un tipo de penuria asociada a los bajos salarios. De acuerdo con un reporte especial recientemente publicado por la organización Acción
Ciudadana frente a la Pobreza, el 40 por ciento de la población mexicana, desde hace 20 años, tiene un ingreso laboral menor al costo de la canasta alimentaria.
Se pensaría que esta estrechez económica ocurre entre quienes trabajan para empresas pequeñas y medianas, cuyas ganancias no son tan grandes como las de empresas trasnacionales o mexicanas de gran tamaño. Pues bien, como lo señala el reporte citado, los salarios más bajos también los pagan las grandes corporaciones.
En efecto, el estudio demuestra que cerca de la mitad de quienes sufren pobreza salarial no trabajan en micro o pequeñas empresas sino en medianas o grandes corporaciones.
En los sectores de mayor rentabilidad como el corporativo, el financiero y el de servicios profesionales, a alrededor de dos de cada tres personas, no les alcanza para adquirir una canasta básica y viven, por lo tanto, en un estado de privación.
Estamos hablando de casi dos millones de personas en esta situación. Parecería contraintuitivo pensar que ese fuera el caso pues, en teoría, las empresas con mejor rentabilidad pueden pagar mejores sueldos. Que este no sea el caso, nos habla de una estructura de salarios bastante desventajosa para las y los trabajadores.
Aunque el actual gobierno hizo bien en adoptar la propuesta recomendada por la Coparmex hace algunos años, de aumentar el salario mínimo, esto no es suficiente. Es hora de que haya un gran pacto entre el gobierno y los sectores de la producción para
que los salarios en México aumenten considerablemente. Sabemos, por la experiencia de otras naciones como las escandinavas, que una sociedad próspera y desarrollada pasa por tener trabajadores bien pagados y satisfechos.
Lo que es cierto es que las transferencias de efectivo por parte del gobierno no reducen la pobreza y, actualmente, excluye al 66 por ciento de hogares de menor ingreso, de acuerdo con el reporte de Acción Ciudadana frente a la Pobreza.
El ex-Canciller alemán Helmut Kohl, alguna vez dijo que el milagro en ese país se debía a la gran capacidad de trabajo de los alemanes. Debería haber agregado que también era resultado de los buenos salarios. Lograr mejores remuneraciones para los mexicanos es el requisito para que se despliegue el México ganador que todos anhelamos.