El proceso de alfabetización (más allá del concepto básico de enseñar a leer y escribir) ahora se utiliza para otros rubros como la informática, la cultura, economía y salud. Alfabetizar es entendido como un compromiso activo, integral y autónomo, en el cual se tiene la capacidad de recibir un mensaje, pero también de interpretarlo e interiorizarlo. Estar “alfabetizado” implica tener una competencia mínima en el área de interés y poder interactuar con las exigencias sociales.
Hablando específicamente de la “alfabetización en salud”, podríamos definirla como la habilidad de los individuos para obtener, entender y utilizar de manera efectiva información relacionada a salud, enfermedad, servicios sanitarios y otras variables relacionadas, para tomar decisiones informadas acerca de su salud, el cuidado de la misma y bienestar. Como se comentó previamente, nos referimos a una serie de competencias que les permite a las personas “navegar” por el sistema sanitario, entender información médica, evaluar de manera crítica datos clínicos y comunicarse de manera más eficiente con los proveedores de servicios de salud. No se queda únicamente en el campo teórico, sino que permite a las personas aplicar este conocimiento interiorizado a situaciones de la vida real, para tomar decisiones mejor informadas que impactan en su propia salud, pero también en las de sus familias, comunidades o grupos sociales.
La falta de alfabetización en salud tiene multitud de consecuencias, como la dificultad para expresar o comunicar sintomatología de manera puntual, complicando así la aproximación diagnóstica, sumado a no entender o mal entender la jerga médica, lo que provoca la falta de comprensión de explicaciones de los proveedores de servicios sanitarios. Es también motivo de disminución de la capacidad de asimilación de un diagnóstico, opción de tratamiento o procedimientos, pasando por la limitación de mantener cuidados preventivos, al no ser capaces las personas de dimensionar la importancia de estas medidas de anticipación (como las vacunas, estudios de check-up, tamizajes, entre otros). De igual manera se pueden presentar dificultades para afrontar condiciones crónicas (como diabetes o hipertensión) al no entenderse el significado de los cambios en estilos de vida, adherencia al tratamiento o monitorización continua. La carencia de alfabetización sanitaria es un riesgo para caer en la desinformación u obtenerla de fuentes poco confiables que conlleven a acciones dañinas para el individuo. De igual manera, se vuelve compleja la toma de decisiones en tratamientos, puesto que la ponderación de riesgo – beneficio no es del todo bien realizada. Así mismo, cuesta más trabajo identificar señales de alarma o buscar atención médica antes de que una condición empeore.
Es importante hacer notar que la pobre alfabetización en salud, no es indicativo de una inteligencia limitada en las personas, sino que puede ser provocada por múltiples barreras como las del lenguaje o diferencias culturales, por nombrar algunas. De lo anterior se entiende que es necesario el esforzarnos como sociedad para mejorar esta realidad, haciendo más accesible la información sobre salud, ya sea por los medios tradicionales o los digitales (y que sea apropiada cultural y lingüísticamente para las poblaciones de interés), así como implementar programas de educación formales en comunidades, en forma de talleres o seminarios, en los cuales se traten los temas de mayor relevancia (prevención, enfermedades crónicas, estilos de vida saludables, terminología médica, interpretación de resultados y manejo de medicamentos o terapéuticas). De igual manera, mejorar la comunicación con los usuarios e identificar a aquellos que tienen una mayor limitación, es fundamental para fomentar la equidad en los servicios de salud. Las políticas de simplificación de trámites, reducción de burocracia o señalización eficiente también son imprescindibles en este sentido.
Por último, será necesaria la atención, educación y sensibilización a los prestadores de servicios en este rubro, para que sean conscientes de que existe una realidad adversa, en afán de dotarlos con herramientas que ayuden a colaborar en hacer mucho más eficiente la atención, pero también para que sean educadores y promotores de esta necesaria e imprescindible actividad, que es alfabetizar en salud. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación voluntaria de sangre.