Durante un evento de campaña en Iowa el jueves pasado, un votante le planteó una pregunta a Ron De Santis, segundo lugar en las encuestas republicanas rumbo a la nominación del partido en 2024: si estaría dispuesto a usar drones y un despliegue militar directo contra el narcotráfico mexicano. De Santis dijo que sí. “Vamos a ir por los cárteles de la droga. Absolutamente nos reservaremos un derecho, si están invadiendo nuestro país y matando a nuestra gente, tenemos derecho a defender este país”. De Santis aseguró que las organizaciones criminales mexicanas matan a “a decenas de miles de estadounidenses” anualmente. También dijo que había que identificarlos como organizaciones terroristas, designación que, en la interpretación de De Santis, permitiría al gobierno estadounidense actuar más allá de su territorio para proteger a la población del país de una amenaza extranjera.
A esta cantaleta, que De Santis repite con frecuencia, hay que añadirle un factor adicional. A diferencia de Donald Trump, que siempre ha identificado al gobierno lopezobradorista como un aliado, De Santis y otras voces republicanas acostumbran señalar al gobierno mexicano como una suerte de cómplice tácito del crimen, o al menos un colaborador ineficiente. “Si México no nos va a ayudar con eso, bueno, entonces vamos a tener que hacer lo que tengamos que hacer”, dijo De Santis. Este es el mismo argumento que ha utilizado, por ejemplo, Mike Pompeo, exsecretario de Estado con Trump, que ha explicado que Estados Unidos tiene la supuesta obligación de actuar ante la indiferencia del gobierno de México.
Es importante entender que estas provocaciones van a subir de tono. El presidente López Obrador seguramente las va a desechar como manifestaciones de la fiebre electoral estadounidense. En parte tiene razón. Sobre todo conforme se acerque la elección de 2024 en Estados Unidos, el supuesto ataque a México tendrá una justificación de proselitismo electoral. Hay muchos votantes como el hombre que, en Iowa, quiso saber si De Santis estaría dispuesto a atacar a México. De Santis, Trump y demás continuarán escalando la retórica. El problema es que, bajo la interpretación del presidente López Obrador, México ha optado por una de dos rutas: o minimizar lo que se dice en Estados Unidos o denunciar un supuesto intervencionismo, al mismo tiempo negando la responsabilidad mexicana.
Ninguna de esas dos reacciones productiva.
El gobierno mexicano tendría que asumir que tiene enfrente un reto histórico. Por primera vez en la historia moderna de Estados Unidos, la situación de inseguridad en México será, quizá, el gran tema de la contienda electoral estadounidense. No es casualidad. En 2021, más de 100 mil estadounidenses murieron por sobredosis relacionadas con drogas, 67.325 fueron causadas por opioides sintéticos, principalmente fentanilo. El fentanilo es la principal causa de muerte entre la población menor de 50 años. La crisis de los opioides además afecta especialmente a comunidades rurales o de menores recursos, incluidos algunos condados que han visto una explosión sin precedentes en este tipo de decesos. Es una verdadera crisis, y no debe ser ninguna sorpresa que mucha gente en esas comunidades culpe a México y la percepción de un Estado de seguridad laxa.
¿Cómo debe responder el gobierno mexicano a palabras como las de Ron De Santis? Es muy probable que la próxima semana, en el primer debate entre los candidatos republicanos, escuchemos peroratas similares. Esa retórica antimexicana será escuchada por millones de televidentes en Fox News. El efecto que eso tendrá en el ánimo hacia nuestro país en el terreno social y cultural –ya no digamos político– es difícil de exagerar. México debe tener una respuesta. La indignación o el ninguneo no funcionan. Es hora de recalibrar.
@LeonKrauze
Gsz