Hace unos días, el presidente López Obrador volvió a reunir en Palacio Nacional a su grupo de análisis político más cercano. Un puñado de los más íntimos operadores y altos funcionarios de su gobierno con quienes ha ido tomando el pulso de la sucesión presidencial a últimas fechas.

La instrucción de AMLO fue clara: las encuestas de Morena me las dan a mí, y yo me encargo de interpretar los resultados y comunicárselos a las corcholatas en reuniones privadas, y luego trataremos de llevarlos a la mañanera para que sellen el pacto de unidad y yo haga la entrega del bastón de mando a Claudia (en un acto político partidista que viola salvajemente la ley electoral, pero eso nunca ha sido preocupación para el presidente).

Así me lo revelan fuentes con acceso de primer nivel a Palacio. En el encuentro, el presidente informó a su círculo íntimo que independientemente de las encuestas que se harán en Morena tras el controvertido sorteo de hace unos días, la Presidencia hará una encuesta con una muestra muy robusta y que servirá como “espejo” personal del primer mandatario para tomar la decisión e interpretar los resultados.

Como estaba entre sus cercanos, se permitió licencias en los comentarios: está claro que será Claudia la candidata, que sólo una catástrofe la separa de la candidatura. Hasta presumió que la Historia tendrá que reconocer que, con dos mujeres candidatas, habrá sido un presidente que deje la mesa puesta para el empoderamiento del género.

Pero hay un obstáculo: se discutió que han tenido varios acercamientos con Marcelo Ebrard para ofrecerle distintas salidas políticas ante el inminente nombramiento de Sheinbaum: la coordinación del Senado o la Cámara de Diputados, el gabinete, lugares para su grupo político, pero él ha contestado sistemáticamente que no a todo.

La reacción de Ebrard se mantiene como un foco rojo, pero de baja intensidad. Me cuentan que al presidente le preocupa la reacción de Ebrard, pero empieza a sentirse enojado, incómodo y desafiado por su excanciller. No es para menos. Las quejas de Marcelo sobre el proceso en el fondo responsabilizan a López Obrador de estar haciendo una farsa de contienda y de estar usando el presupuesto público para apoyar a su favorita. La posible ruptura de Marcelo Ebrard no le gusta a AMLO, pero tampoco le quita el sueño: ni modo que se ponga a hablar mal del gobierno para el que trabajó 5 años. Además, considera que Marcelo en Movimiento Ciudadano no implica un desafío para Morena, tanto como para la oposición.

Es evidente que el presidente quiere seguir teniendo control total de la sucesión presidencial y, frente a los riesgos de ruptura al interior de Morena, usará su peso político para sofocar cualquier rebelión.

SACIAMORBOS

El bajón que le dio AMLO a Zoé Robledo, que soñaba con la gubernatura Chiapas, no sólo tiene que ver con el desastre en salud que ha significado este gobierno, sino el inicio de la operación cicatriz en la era post-corcholatas: es dejarle el estado total y absolutamente al clan de Adán Augusto López, para que sigan despachándose a lo grande (la hermana de Adán, número dos del SAT, es esposa del gobernador chiapaneco). A Zoé se le echó a perder también ese elevador.

 

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Gsz

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