Si no hubiera indagado en busca de más información sobre un tema en cuestión, las cosas  hubieran permanecido como estaban. Pero no fue así, y es que una vez entrando al internet, voy por derroteros inesperados, los minutos se convierten en horas en la navegación del cibernético mar. 

Y así fue que me topé contigo, vi tu fotografía, alegre sonreías con unas desconocidas que seguramente son ahora tus amigas, observé tus facciones, tus manos, tú, cambiada pero tú. No me quedé ahí, encontré tu artículo, me deleité en tus palabras y durante el resto de la tarde te instalaste en mis pensamientos, después entraste de puntillas en mi noche sin darme otra opción más que seguirte soñando.

Es verdad que ellos me veían extraña, pero como no comente nada, probablemente pensaron que estaba cansada. La verdad es que traía mis pensamientos iluminados, y uno me llevaba a otro, enlazados se unían como eslabones trayendo la luz de ti que pensé que se había extinguido.

Al día siguiente llena de buenas intenciones, consideré saludarte y llamarte pero me contuve, porque sé que ya no serías la misma, tu voz sonaría diferente y probablemente me decepcionaría, pero no solo eso, lo más terrible sería, que yo también haría lo mismo contigo. Preferí no romper mis esquemas y conservarte como habías permanecido hasta ahora, viva y  silenciosa en un punto que no sé la ubicación exacta, en donde quieta me observabas, hasta que se abrió el dique de tus palabras y con una fuerza contenida entraste en mi vivir. 

Habrá quien no esté de acuerdo conmigo y disienta, pero es mi caso y yo opino así. Prefiero guardar que destruir, porque sé que los cambios son inherentes en el ser humano, y yo te quiero conservar como eras, con tu voz joven y tu risa pronta, cuando aún no extendías tus alas de mariposa y sólo esperabas el momento de volar.

No sé si a todos les pase, yo, suelo quedarme prendida de un objeto o una fotografía, y como si una puerta se abriera instalándome de nuevo en ese instante y tiempo, como si se expresara una fórmula mágica que obrara el milagro de volver a ver, escuchar, sentir. Y no es que ocurra seguido, pero suele sucederme como lo hizo ayer que me quedé contigo en ese lugar del que no sé la ubicación precisa, en el que has estado sentada observándome en tu silla alta, viendo mi vida pasar como si fuera un barco en el horizonte. 

Hablando así, pudiera no tener ningún sentido, lo explico de otra manera; creo que es cuestión de estructura y edificación, como si de esos adoquines que unidos forman catedrales altas y majestuosas que parecieran tocar el cielo, tú, aunque lo decidieras, no podrías extraer uno de ellos bajo riesgo de derrumbe. Sí, concluyo, una parte de mí se construyó contigo, no eres cuestionable ni intercambiable. Eres. 

Si no hubiera indagado en esos temas, probablemente no te habría encontrado, pero así sucedió y aquí estás, similar a esas tonadas que se prenden del pensamiento y lo recorren de punta a punta, como un relámpago que sigue iluminando sin respetar las leyes naturales. Sé que mañana mi vida probablemente girará como lo hace la tierra, pero hoy, para ser exacta, ahorita estás aquí. 

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