Imagine que hoy tuviéramos el aeropuerto de Texcoco funcionando. Una gran entrada al país con una terminal de campeonato, diseñada por Norman Foster; un espacio abierto y moderno enmarcado por la funcionalidad de un “Hub”. Sería un orgullo nacional competir con Houston, Dallas, Miami o Panamá.

Todo en un lugar: conexiones, slots suficientes para servir a más de 70 millones de pasajeros al año; negocios florecientes a su alrededor con decenas de hoteles y un desarrollo comercial y habitacional como Santa Fe en lo que hoy es el aeropuerto Benito Juárez. 

Quienes han viajado a Estambul comparan lo que hoy quedó en México como principal terminal aérea, con el aeropuerto de Turquía convertido en el punto de encuentro de Europa y Asia. Quienes eligen salir por Panamá saben que el pequeño país centroamericano roba el espacio de conexión a México. Y todos los viajeros extranjeros y nacionales saben que lo mejor es sacarle la vuelta al AICM o Benito Juárez porque es una porquería. 

Como si fuera poco haber destrozado el trabajo de miles de mexicanos en el NAIM (Texcoco), y tirar a la basura el dinero que se cobra todos los días por el TUA para pagarlo (Tarifa de Uso de Aeropuerto), ahora el gobierno quiere estrangular la aviación comercial. 

Primero destruyeron el mejor proyecto de infraestructura de Latinoamérica, ahora quieren llevar por la fuerza los vuelos al nuevo aeropuerto Felipe Ángeles. Los hechos son los siguientes: 

Estudios del tráfico aéreo establecen que el Benito Juárez puede con 60 operaciones por hora entre despegues y aterrizajes. El Gobierno lo redujo a 52 para disque aumentar la seguridad de los viajeros. No fue suficiente para que las aerolíneas se fueran al nuevo aeropuerto. Luego echan a las líneas cargueras aún cuando toda su infraestructura aduanal y logística está en el Benito Juárez. 

Por si fuera poco, quieren reducir la frecuencia a 43 operaciones por hora. Aeroméxico les dijo que no, las aerolíneas mexicanas no pueden aumentar sus destinos a Estados Unidos porque desde hace más de dos años perdimos la categoría 1. Hoy somos aeronauticamente de segunda. El mercado aumenta en favor de las líneas norteamericanas mientras las propias se quedan mirando. 

Los pilotos están enojados, la IATA (Asociación de Líneas Aéreas) gritan su inconformidad. La medida coercitiva e irracional de querer dirigir el tráfico aéreo a donde nadie quiere ir y de dónde nadie puede llegar y salir del y al extranjero (salvo a Venezuela o Cuba), destruye la conectividad del Benito Juárez. 

Perdón por escribir en primera persona, pero fui víctima de esa estupidez cuando al avión de Magnicharter en el que regresaba de Cuba le cambiaron destino al Ángeles sólo por capricho. Cuando reclamé a la tripulación el cambio, respondieron que estaban más enojados que yo. Después del aterrizaje tendrían que repostar y regresar vacíos al Benito Juárez. Los pasajeros fuimos trasladados a nuestro destino original en tres autobuses con un retraso de 5 horas. Todo para contabilizar una operación más en el Ángeles. A los funcionarios de migración y aduanas les dije a media noche: “Denle gracias a sus jefes por tenerlos aquí inútilmente, podrían estar en casa con su familia si hubieran respetado el destino original”.

Hace tiempo Miguel Torruco, secretario de Turismo, dijo que el Ángeles sería el aeropuerto doméstico y el Benito Juárez el internacional. Creo haberle respondido en Twitter: Cree usted que los viajeros somos tontos (con palabras más duras), ¿quién desearía ir al Ángeles desde León para tomar un vuelo al extranjero en el Benito Juárez? Más fácil ir a Houston, Chicago, Los Ángeles, Dallas, Cancún, Guadalajara o Monterrey que fletarse el cruce de la CDMX cargando maletas. (Continuará) 

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