Después de la larga espera, simplemente te asumí sin explicaciones, como al sol o como al aire que no requieren una ubicación precisa y simplemente se atesoran con los sentidos y permitimos que nos den vida con un sentimiento de gratitud.
A pesar de que ha pasado el tiempo, me gusta pensar en ti porque me alegra, te siento encarnado en las aurículas de mi corazón, pues pareciera esparces oxígeno a mi vida en un latido. Pero si tu pensamiento es constante, cambio de opinión y te veo grabado ahí, en mi mente junto con los otros nombres que cargo conmigo.
Se me permitió ser un ser dual, mas increíblemente, nunca volví a ser una unidad, lo comprendí cuando sostuviste mi vida con tus manos llenas de esperanzas suplicantes, pidiendo mi voz y mis brazos en tu desconsuelo. Entonces, te convertiste o me diste una razón, un sentido, fuiste una senda nueva que se develaba bajo la mirada vigilante de las estrellas.
Te sientas a mi mesa, platicamos, nos miramos, y algo que no puedo definir se queda en el aire, que tiene la misma fuerza de lo dicho y expresado, y sin sonido alguno, clama en la memoria de tu piel y la mía como una añoranza escondida que no respeta el tiempo y no admite raciocinios ni explicaciones.
Habla de mí, me dices, y me quedo pensando en todo lo que podría contar de este tiempo recorrido, pero sé que no es lo que quieres escuchar, rememoras lo no dicho, lo guardado, ese lenguaje de miradas, sonrisas y sonidos que como un murmullo de abejas decía tu nombre.
Hay respuestas que no puedo dar, inútilmente me las piden tus ojos, y entonces esquivo la mirada sintiendo que te traiciono al no tener todos los hilos entre los dedos y se me escapen tus dudas como mariposas rebeldes, mas ¿qué puedo hacer? Me siento limitada. Sí, en eso te equivocaste, si de mí dependiera, yo te daría un cielo azul, apartaría las nubes de tormenta a manotazos y podrías estar tranquilo escuchando mi corazón, pero el tiempo del arrullo pasó para los dos y no podemos volver a andar los caminos.
Y así te lo hago saber en ese lenguaje de silencios y miradas, ese que marcaba nuestro espacio, en el que nos prometíamos el arraigo y la promesa de siempre estar presentes, como queriendo estacionar la vida y aferrarla con fuerza o delicadeza como un abrazo que sostuviera al mundo.
Lo que sí tengo claro es que podrás recurrir a mis palabras, esas que te dije guardarás y no olvidarás nunca, porque serían tu bastión y tu refugio, y te habitan profundo diciéndote cuánto te quiero, impidiendo que el desasosiego se apodere de tu paz.
Cuando leas mis líneas sabrás que cumplí mi promesa, que he seguido contigo, que mi voz te acompaña a diario como un lazarillo fiel. Sí, adivinaste, hoy, estoy hablando de ti.