México – que ha sido una nación tan machista, con miles de feminicidios y desaparecidas, y con una dolorosa desigualdad de género – por fin tendrá a una mujer en la presidencia. Y aunque México sigue irremediablemente dividido entre los partidarios del presidente Andrés Manuel López Obrador y sus opositores, esto significa que mucho se ha avanzado en el país.
Las mujeres están cambiando a México.
“Va a haber presidenta de la República y será de la cuarta transformación”, aseguró Claudia Sheinbaum, poco después de conocer que sería la candidata de Morena, el partido en el poder. Pero las cosas no salieron como quería el presidente y su partido. El excanciller y también aspirante presidencial de Morena, Marcelo Ebrard, denunció que hubo graves irregularidades en la realización de las cinco encuestas que le dieron el triunfo a Sheinbaum. “No nos vamos a someter a esa señora”, diría más tarde Ebrard en una reunión a puerta cerrada.
La primera conclusión es que México sigue siendo una democracia muy joven e imperfecta y que todavía no sabemos hacer bien las elecciones partidistas internas. Para eso haría falta la participación de un INE (Instituto Nacional Electoral) muy fuerte y capaz. Las encuestas siempre tienen un margen de error, y dependen mucho de a quién se pregunte y cómo se pregunte. Por eso no se usan para elegir candidatos en países con democracias más sólidas.
Los problemas con el proceso de selección de la candidata oficial ocurrieron, también, con el frente amplio de la oposición (que reúne al PRI, al PAN y al PRD). Xóchitl Gálvez fue escogida luego de las encuestas pero antes de una muy publicitada consulta popular, que nunca se realizó.
Estos procesos incompletos y poco transparentes generaron muchas dudas. Pero, al final de cuentas, Sheinbaum le ganó a cinco hombres y Gálvez a por lo menos dos. Esto hubiera sido al revés hace solo unos años. Es el resultado de una relativamente nueva cultura feminista en México y que tiene, como principio básico, el no dejarse y el buscar la igualdad en casi todo. Son millones de mexicanas exigiendo cambios, grandes y pequeños, en los lugares donde viven, trabajan y se divierten.
Y en una maravillosa coincidencia, la Corte Suprema de México despenalizó el aborto en todo el país el mismo día que supimos que dos mujeres buscarían la presidencia. El argumento que prevaleció es que prohibir la interrupción de un embarazo va en contra del derecho de las mujeres. Fueron décadas de lucha.
Ahora la lucha es en otro ámbito.
La gran ironía es que parte del surgimiento de Gálvez se lo debe al propio presidente López Obrador. Gálvez es la candidata “de los corruptos … de los que se habían dedicado a saquear a México”, dijo el presidente en una de sus conferencias matutinas. Entonces, en junio, Xóchitl se presentó en Palacio Nacional, donde el presidente realizaba una de sus “mañaneras”, para ejercer su derecho a la réplica y asegurarle que lo que él decía de ella – que quería terminar con los programas sociales – no era cierto. Pero no la dejaron entrar.
Ahí, me dijo, comenzó su campaña por la presidencia.
Ese fue el grave error de AMLO; contribuyó a la creación de su principal enemiga. Hasta antes de sus ataques, era difícil identificar a alguien en la oposición que pudiera ganar a la maquinaria del gobierno. Ya no.
Me encontré con Gálvez frente al Palacio Nacional, donde ella asegura que no viviría si gana la presidencia y que lo abriría al público. Sus palabras, con el presidente a solo unos metros, eran casi una provocación. Y luego tuvimos una larga conversación:
-Sobre la primera presidenta: “Que México tenga a una mujer presidenta es algo que me tiene muy feliz, porque realmente se hace justicia a la lucha de muchas mujeres.”
-La elección: “Voy a enfrentar una elección de estado. Todas las mañanas el presidente me ataca. Ahora ya no dice mi nombre pero me sigue atacando.”
-AMLO: “El presidente me quisiera fulminar”.
-Dedazo: “El quisiera que sea un dedazo pero no lo vamos a permitir.”
-Felipe Calderón: “Tuvo una mala estrategia de seguridad.”
-El asociarse con un partido corrupto y asesino como el PRI: “Soy daltónica políticamente. Yo no tengo militancia en ningún partido.
… No voy a permitir la corrupción.”
-De su falta de un plan contra la violencia: “Ya tengo una primera estrategia de saque.”
-Sobre negociar con Estados Unidos un plan contra los narcos: “Vamos a hacer un acuerdo dejando claro qué hace cada quién.”
-De la acusación de AMLO de que recibió millones en contratos del gobierno: “Claro que puedo tener contratos. No siempre estamos en el gobierno. Yo tengo 31 años de empresaria.”
-De su patrimonio: “No soy millonaria. Pero efectivamente pasé de vender gelatinas a ser una empresaria exitosa. ¿Cómo se logra? Trabajando. Estudiando.”
-Del peligro al que la expuso el presidente: “Totalmente … temo por mis hijos”
-Su esposo: “No me va a apoyar. No le gusta la política. … No va a aparecer. … Mi esposo se acaba de jubilar hace unos años … es músico y él es un hombre muy feliz con la música.”
-Palacio Nacional: “No voy a vivir ahí. … Ese palacio se tiene que abrir para que pasen a ver los museos.”
-Futbol: “Amo al Cruz Azul y me voy a morir viendo al Cruz Azul.”
-De la elección del 2 de junio del 2024: “Voy a ganar porque no tengo odio.”
Tenemos nueve meses antes de las elecciones. Pero este es un país que cambia rápidamente. Dos mujeres luchan por el poder y se siente diferente. Nunca había ocurrido antes y, por lo tanto, flota la expectativa de que los principales problemas del país – violencia, pobreza, educación, salud … – serán vistos de una forma distinta.
Yo crecí en un México de machos autoritarios, represivos y arrogantes, y nunca nada bueno salió de ahí. Ahora, en estos días que he pasado reportando desde aquí, siento que las cosas van a mejorar, que no podemos seguir igual. Y estoy seguro que no soy el único.
Aunque tienen proyectos de país muy distintos, las dos candidatas tienen razón: este es tiempo de mujeres, tiempo de esperanza.