En esta ocasión, con la venia de los autores, compartimos un par de ejercicios de narrativa realizados por alumnos del taller de escritura creativa sobre el cuento de hadas de Blancanieves. 

Gruñón

Había una vez un enano llamado Cristopher, de apodo le decían Gruñón. Estaba un día tomándose una cerveza cuando vio pasar una chava muy bonita. Se interesó mucho en ella y fue a preguntarle cómo se llamaba. Ella lo rechazó porque andaba tomando y siguió su camino. Él no dejó de pensar en ella durante todo el día, y la esperó al siguiente ya que era su pasada para ir a trabajar. Él tenía pocas amistades por su carácter, pero el hecho de verla le hacía cambiar su estado emocional. 

Al día siguiente, ella volvió a pasar por el mismo lugar de siempre. Gruñón ya estaba esperándola para volver a mirarla, pero esta vez no traía una cerveza sino una rosa para regalársela. Se le acercó de nuevo porque quería saber quién era y de dónde venía, ya que no parecía ser de ahí y nunca la había visto. 

La llamó y esta vez ella se detuvo. Él le obsequió la rosa y le preguntó ¿Cómo te llamas? No tengas miedo, sé que soy un enano pero no por eso te haré daño. Ella le respondió: me llamo Blanca, y no me gusta hablar con desconocidos y se marchó. Al otro día lo mismo, él la esperó en el lugar de siempre, ella al ver su insistencia se detuvo. Esta vez fue diferente, y no se mostró grosera. Él la saludó y la invitó a cenar por la noche después de trabajar. Ella le respondió que sí, que se verían a las 8 de la noche. 

Fueron a un restaurante llamado El capitán. Al entrar, se veía como un lugar fantástico: había changos como meseros y gatos como cocineros. A ella le sorprendió mucho ver todo eso fuera de la realidad. Él le dijo que era un buen lugar para cenar y ella contestó: está bien, no tengo problema con los gatos, y rieron. Les sirvieron un enorme filete, cenaron y al salir estaba un carruaje esperándolos. Subieron y los llevó a un bosque qué Gruñón conocía muy bien. Le mostró como podía hablar con los animales y le presentó a un puma que tenía como amigo. Ella se asustó pero accedió a subir a su lomo. El puma les dio un recorrido por el bosque y los llevó a una casa enorme que quedaba en medio. Era la casa del enano. Ella se impresionó al saber que era dueño de todo ese bosque. Así duraron varios meses viéndose todos los días, hasta que ella empezó a enamorarse de Gruñón.  Él le pidió que fuera su esposa y ella aceptó. Se fueron a vivir al bosque. Con todos sus paisajes, ella era más que feliz. Poco tiempo después Blanca se embarazó y tuvieron unos gemelos a los cuales les decían Tontín y Dormilón. Y así vivieron felices. FIN

Bryan Saavedra Hernández, nacido el 14 de julio de 1994 en Celaya, Guanajuato. Amante de la lectura, casado felizmente tiene dos hijos. Escribe para salir de su cruda realidad.

Enojón

Las cosas pasaron como tenían que pasar, la vida era rutinaria pero estaba bien; el trabajo era rudo, pero estaba bien. La casa no era muy grande ni bonita pero estaba bien, y la compañía tampoco era buena, pero ya estaba acostumbrado. Éramos siete enanos, hasta que llegó ella para cambiarlo todo. Claro que nos asustamos al principio, pero después ahí están todos muy contentos con ella y me dicen, no seas enojón, es una joven desamparada y no podemos echarla. Pero, no se dan cuenta de que esto va a terminar mal para todos nosotros, dónde han visto una muchacha tan bonita viviendo con siete feos enanos. 

Y así fue: una maldita bruja le hizo algo y estaba como muerta. Hicimos lo posible por ayudarla pero nada, hasta matamos a la bruja y nada. Luego llegó un hombre que pudo despertarla y se la llevó, dejándonos sólo el susto y el recuerdo. Y, ¿por qué pasó así?

Porque una joven tan bonita no debe vivir con siete enanos feos.

Luis Manuel Quiroz Cruz. Michoacán, 1984. Lector – Herrero.

DAR

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