La violencia en México ha alcanzado proporciones epidémicas, manifestándose en una serie de delitos que incluyen robos, asaltos, secuestros y, lo que es aún más alarmante, asesinatos que día a día arrebatan vidas humanas y sumen en el dolor a familias y a toda la sociedad.
El término “El Huevo de la Serpiente” cobró notoriedad a finales de la década de los 70, tomando su nombre de una película de Ingmar Bergman. La metáfora se asemeja al hecho de poder prever el futuro, similar a la visión de una pequeña culebrilla en gestación dentro de su cascarón transparente. Por su aspecto inofensivo, resulta difícil su destrucción en esta etapa y evitar su nacimiento. Sin embargo, una vez que eclosiona y abandona el huevo, ya es demasiado tarde: el mal se ha materializado y su capacidad destructiva solo crece.
Un trágico ejemplo de esta violencia se dio el 16 de mayo de 2005 en Acapulco, cuando cuatro miembros del grupo criminal “Zetas” fueron aprehendidos por agentes de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y entregados al cártel rival. Se les grabó en video, arrodillados y atados, un acto que se utilizó como advertencia antes de ser ejecutados. Sorprendentemente, así operaba la AFI, a cargo de Genaro García Luna.
García Luna, exsecretario de Seguridad Pública, fue posteriormente condenado por una corte en Nueva York por cinco delitos, incluyendo su participación continua en una empresa de crimen organizado, conspiración para la distribución de cocaína y falso testimonio bajo juramento ante las autoridades. La exembajadora de Estados Unidos, Roberta Jacobson, declaró que “el Gobierno del presidente mexicano Felipe Calderón conocía los nexos de Genaro García Luna con los cárteles de las drogas”.
Paradójicamente, García Luna era tanto el informante de Margarita, como el amigo íntimo, confidente, asesor y miembro del gabinete de Calderón. Manuel Espino, expresidente del PAN, incluso confrontó a Calderón en Twitter, alegando que le había informado sobre los vínculos de García Luna con el crimen organizado y compartido información delicada obtenida en una reunión de exjefes de Estado en Colombia. Propio de su estilo, Calderón optó por ignorar estas advertencias.
Bajo la dirección de la Secretaría de Seguridad, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se convirtió en un punto de entrada de drogas y armas, según un miembro de la Policía Federal. Se daban órdenes superiores para suspender la vigilancia en momentos cruciales y permitir el paso de contrabando.
Incluso un grupo de militares advirtió a Calderón, durante la transición de la administración de Vicente Fox a la suya, sobre los vínculos de García Luna con el Cártel de Sinaloa. Además, García Luna enfrentaba graves acusaciones por sus conexiones con bandas de secuestro. Dado su historial como jefe de inteligencia antisecuestros en el CISEN, estaba al tanto de todos los secuestros.
Sin embargo, en lugar de investigar a García Luna, Calderón lo ascendió a responsable de la seguridad en todo el país, otorgándole aún más poder y manteniendo su amistad. Lo que los militares desconocían era que la AFI había ayudado a Calderón en su campaña presidencial al espiar a sus amigos y desenterrar secretos oscuros de sus enemigos, tanto dentro como fuera de su partido político, incluso Fox. Intentaron incriminar a AMLO sin éxito, ya que no encontraron pruebas sustanciales.
Imaginando el resultado del juicio, Calderón huyó a España, cautamente no a Estados Unidos, donde es juzgado su zar antidrogas, que dirigía un cártel desde el Gobierno. Ni qué decir del operativo “Rápido y Furioso” donde se contrabandearon 2,500 armas de asalto, con las que armaron a delincuentes, que dizque para rastrearlos, con las que asesinaron a miles de personas y exacerbaron la violencia.
Actualmente, Marko Cortés intenta evitar hablar de Genaro García Luna al argumentar que “no era militante del PAN”. Sin embargo, parece ser tabú mencionar su nombre, ya que posee información que podría incriminar a muchos, lo que explica por qué los expresidentes Fox, Calderón y Peña Nieto evitan hacerlo.
El huevo de la serpiente incubado en el pasado nos ha llevado a padecer esta desgarradora violencia en el presente.
Felipe Calderón, expresidente de México, debe una explicación a los mexicanos. Debe salir de su escondite, regresar a México y aclarar por qué nombró a García Luna, quién se lo recomendó, por qué no tomó en cuenta las denuncias que oportunamente recibió. No podía hacerse de la vista gorda con tantas advertencias, ni ignorar el rampante emporio inmobiliario y depósitos millonarios, que suman los mil millones de dólares, de su íntimo amigo. El huevo de la serpiente se incubó en el ayer.