En octubre de cada año se da a conocer a los ganadores de los Premios Nobel y mucha gente se pregunta ¿Y eso a mí qué me importa? ¿En qué nos hemos beneficiado de esas investigaciones? A pesar de la notable ignorancia que implican estas preguntas es válido reconocer que son legítimas. Por ejemplo cuando se anuncian cosas como: “El premio Nobel de Física se otorga por el desarrollo del estudio de resonancias Hertzianas en átomos” o “Por describir la estructura cuántica de las interacciones electrodébilies”, es comprensible que surjan estas dudas. En seguida, a partir de algunos ejemplos, se pretende proporcionar una posible respuesta a estas preguntas.

Muchas investigaciones merecedoras del premio Nobel han tenido importantísimas consecuencias prácticas que han hecho posible la operación de dispositivos como las computadoras personales, la iluminación LED o, el tratamiento de cáncer, entre muchísimas otras cosas.

En el año 2007 se otorgó el premio Nobel a Peter Grünberg y Albert Fert por su descubrimiento de la “magnetoresistencia gigante”.  Desde la década de los ochenta del siglo anterior, estos investigadores venían estudiando el comportamiento de imanes en capas y notaron que la electricidad fluía a través de las capas de modo diferente dependiendo de la dirección de los campos magnéticos.  Esto los llevó a comprender propiedades fundamentales de imanes extremadamente delgados que actualmente hacen posible la operación de computadoras portátiles.  En esa época la mayoría de las computadoras almacenaban información en discos duros hechos de materiales magnéticos y para leer la información se usaba un pequeño y muy preciso sensor de campo magnético.  El descubrimiento de la magnetoresistencia hizo posible el desarrollo de sensores magnéticos extra sensibles lo cual permitió construir discos duros y computadoras aún más ligeras y pequeñas.  Vale señalar que actualmente  los discos duros magnéticos han sido sustituidos por dispositivos de estado sólido que son aún más pequeños y ligeros.

Otro interesante ejemplo es la búsqueda de sistemas de iluminación más eficientes. Las lámparas incandescentes primitivas operaban calentando un filamento que irradia luz.  Estos sistemas son tremendamente ineficientes y menos del diez por ciento de la energía que consumen se transforma en luz.  A mediados de los años ochenta se desarrollaron los LEDs que son pequeños diodos emisores de luz de color específico. Para producir luz de apariencia blanca se requiere de emisores en los colores rojo, verde y azul. Una década más tarde se desarrollaron los diodos emisores de radiación azul y en el año 2014 los investigadores Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura recibieron el premio Nobel de Física por su descubrimiento.

Podríamos analizar uno a uno, los premios Nobel otorgados y nos sorprenderemos por la forma tan increíble en que muchos de estas investigaciones han afectado del modo más positivo imaginable nuestra vida.

 

Gsz

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