En física existe el fenómeno de frecuencia resonante, en la que pequeñas fuerzas tienen la capacidad de generar oscilaciones de grandes amplitudes. Este fenómeno es probable que usted, lector, lo haya visto o producido cuando toma una pequeña piedra y la arroja a un cuerpo de agua y nota con fascinación como algo tan pequeño produce ondas que llegan a alcanzar todas las orillas.
En la realidad actual, con la interconexión que existe a nivel global, estamos frente a un sistema de alta resonancia, en el cual, fenómenos de carácter local o regional, tienen trascendencia en todo el planeta. Al día de hoy, es sabido que existen conflictos armados de alta magnitud de carácter regional que tienen un impacto significativo, de largo alcance y con consecuencias para los sistemas globales de salud.
El impacto es visible por la crisis humanitaria que se produce, en la que miles, incluso millones de personas son desplazadas y se encuentran en necesidad inmediata de servicios de salud, refugio, agua y comida, lo que conduce a una presión enorme para organizaciones, sistemas sanitarios o esfuerzos humanitarios, para responder de manera efectiva.
De la misma manera se producen movilizaciones masivas de personas, que ahora se transforman en refugiados buscando asilo en países vecinos (aunque algunos llegan a cruzar continentes) siendo estas poblaciones desplazadas un potencial riesgo para la transmisión de enfermedades, dispersión de infecciones y generación de tensión para los sistemas sanitarios de los países hospederos.
Es conocido que en las regiones afectadas por el conflicto, los servicios de salud se ven ahora rotos, siendo los mecanismos de prevención, diagnóstico y tratamiento de difícil o nula accesibilidad, lo que conduce en multitud de ocasiones a la reemergencia de enfermedades otrora bajo control (como cólera o sarampión, por ejemplo) y la pérdida de los mecanismos de vigilancia epidemiológica y de contención, facilitan la dispersión global de estos padecimientos infecciosos.
La sobrecarga a los sistemas de salud de la región afectada o de la vecindad, conduce de la misma manera a desabasto o limitación de personal sanitario y materiales e insumos médicos, lo que hace casi imposible el proveer atención adecuada a las personas. De igual manera, recursos que podrían ser utilizados para iniciativas globales o ayuda humanitaria, se redistribuyen para hacer frente a las necesidades inmediatas de la región en conflicto, lo que reduce la capacidad de atender otros problemas de salud generalizados. Es notorio además que se pueden ver afectadas las cadenas de suministro para equipamiento médico esencial, fármacos, vacunas, entre otros, que tienen efectos nocivos directos a la salud global.
Es una realidad también que la colaboración internacional se ve mermada cuando existen este tipo de afrentas, puesto que las naciones priorizan sus propios asuntos domésticos de seguridad antes que las necesidades internacionales y de igual manera se exacerban tensiones geopolíticas que reducen la capacidad de trabajo conjunto.
Siendo una realidad de altísima complejidad, brindar una solución sencilla para mantener operativos los sistemas de salud regionales y mitigar las consecuencias a nivel global, queda completamente fuera de la capacidad de un servidor, sin embargo, la apuesta a la colaboración internacional es crucial, basada en la ayuda humanitaria, protección de la infraestructura en zonas de conflicto, atención a las necesidades de los desplazados y la ejecución de mecanismos diplomáticos de conciliación efectivos, para lo cual, la intervención de todas las naciones del planeta, es y será fundamental. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA