Tragedia es un instrumento para que los vivos obtengan sabiduría, no una guía para la vida.

Robert F. Kennedy

La tragedia no es culpa del gobierno. Otis pasó de tormenta tropical a huracán de categoría 5 en 12 horas. Los huracanes de esta categoría son relativamente raros en el Pacífico, que por eso tiene tal nombre. Los últimos de nivel 5 fueron en 2018, pero en este 2023 Otis fue el segundo, después de Jova el pasado 7 de septiembre. 

Acapulco, sin embargo, no es ajeno a los desastres naturales. El huracán Paulina que tocó tierra el 8 de octubre de 1997 alcanzó categoría 4, pero descargó una enorme cantidad de lluvia y provocó inundaciones devastadoras, no solo en Acapulco sino en buena parte de las costas de Oaxaca y Guerrero.

Hoy, como entonces, pienso que es repugnante aprovechar estas tragedias para hacer politiquería. Esto no significa, sin embargo, que no podamos juzgar las reacciones del gobierno, las cuales pueden reducir o incrementar las consecuencias de un desastre natural.

El presidente López Obrador insistió en ir a Acapulco el mismo 25 de octubre. Como las condiciones climáticas no le permitieron hacer el traslado por helicóptero, emprendió un tortuoso viaje por carretera en el que su vehículo militar quedó atascado en el fango. Ya en la tarde regresó a la Ciudad de México en helicóptero.

No sé en qué pueda ayudar la presencia del presidente en medio de un desastre natural. Tengo la impresión de que entorpece las tareas de rescate y de resolución de problemas urgentes. El presidente estuvo muy poco tiempo en Acapulco, pero es claro que siempre quiere ser el centro de atención: es conductor de su propio programa de televisión, cabeza de las reuniones diarias del gabinete de seguridad, probador del Tren Maya, investigador del caso Iguala y ahora coordinador de los trabajos de rescate en Acapulco. A Miguel de la Madrid se le acusó de haber permanecido encerrado en Los Pinos en los sismos de 1985, a López Obrador se le cuestionará por haber ido sin razón a Acapulco para aprovechar políticamente la tragedia de Otis.

Por lo menos AMLO pudo percatarse de la magnitud del desastre. En el momento de escribir esta reflexión se habla de un millón de afectados y de cuando menos 27 muertos. Un 80 % de la infraestructura hotelera muestra daños. Esto es importante porque el turismo es la actividad económica más importante, no solo de Acapulco, sino de todo Guerrero.

Acapulco ha tenido una recuperación significativa en su actividad turística en los últimos años. Octubre es temporada baja, pero antes de la entrada de Otis registraba una ocupación del 50 % en 20 mil cuartos de hotel. Son muchas las convenciones; cuando pegó Otis, se estaba llevando a cabo la de la industria minera.

¿Qué tan rápido podrá recuperarse? Es difícil saberlo en este momento. El proceso podría llevar años. Así sucedió tras el huracán Gilberto que golpeó Cancún en 1988. La temporada decembrina ya está encima. Para febrero de 2024 está programado el Abierto Mexicano de Tenis. Será necesario realizar enormes inversiones públicas y privadas para lograr una recuperación. La desaparición del Fonden ha generado dudas, pero el gobierno dice que tiene presupuestados 17 mil millones de pesos para desastres naturales, de los 51 mil millones que tenía el Fonden. Los saqueos de tiendas, sin embargo, harán más lenta la recuperación.

Acapulco puede renacer más ordenado, limpio y atractivo de esta tragedia, como lo hizo Cancún después de Gilberto. El esfuerzo, sin embargo, tendrá que ser gigantesco. La reconstrucción no se logrará con políticos que lleguen al puerto a buscar la atención pública, sino con un trabajo bien planeado y profesional. 

Eventos

Claudia Sheinbaum estaba enfurecida por el evento fallido del Estadio Azul del 24 de octubre. No funcionó el acarreo. Mantiene, sin embargo, un sólido primer lugar en las encuestas para 2024. Ojalá los políticos actuales se dieran cuenta de que los acarreos tan típicos del viejo PRI no tienen nada que ver con la intención del voto. 

www.sergiosarmiento.com

Gsz

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