Me muestras una mancha nueva en tus manos, argumentas que aunque has estado atenta, no te habías percatado en qué momento se plasmó en tu piel. Es redonda como un punto, dices, noto el disgusto en tu voz contrariada porque no es posible hacer nada al respecto. 

No le des tanta importancia te digo, nuestro cuerpo se escribe como un gran cuaderno cubriéndose de grafías, y si fuéramos expertos, podríamos leer nuestra historia plasmada en nuestras líneas y manchas, como si contemplaras un mapa con caminos, sendas y senderos.
Probablemente ese tuyo, te está diciendo que requieres hacer un punto y aparte, cambiar de renglón, empezar un nuevo párrafo, comenzar una nueva hoja y dejar de prolongarte en lo mismo. Tal vez es una forma sutil de tu cuerpo de decirte que se siente fastidiado.
 
Me miras asombrada, no sabes si hablo en serio o si estoy bromeando. Pero es cierto, te digo, a mí me gusta aceptar la escritura de mi historia sin resistencias, como si ajena viera las modificaciones desde un mirador de carretera, observar mis cambios diarios para que no me sorprendan y me tomen desprevenida.

Te cuento una historia, en una ocasión mi abuela, dio por una seña particular mía una marca de viruela en la nariz, sin embargo con el tiempo ha desaparecido, no es algo que me describa aunque un tiempo sirvió de referencia. Vamos cambiando, no somos los mismos. 

Nos escribimos a manchones y borrones, hay planas limpias, y otras que quisiéramos arrancar, poner pausa para detener esas horas crueles pero no fue posible, pienso que si pudiéramos verlo, que no podemos claro, presenciaríamos las abolladuras de nuestro corazón.
Pero se hizo un órgano más sensible y resistente aunque sea de carne y no de hoja, delata. Si vez las cosas de esta manera, somos un plano, una carta de navegación que habla de nuestro viaje, que se escribió en el transcurso sin previa antelación.

Tenemos signos de interrogación, comas, puntos, paréntesis aclaratorios, líneas rectas en donde el tiempo rodó tranquilo, como una hoja libre en manos del viento; lapsos, impases, intermedios. También, olvidaba decirte, contamos con notas aclaratorias para que pueda ser comprendida sin juicios nuestra vida transcurrida. 

Nos miramos abstraídas en nuestros pensamientos, con aceptación, como quien repasa su equipaje y después, descansa un rato antes de continuar caminando. Tú,  cierras los ojos como si contemplaras con detenimiento las abolladuras de tu corazón por primera vez. Al abrirlos, veo la benevolencia hacia tu persona. Sí, vienes de abrazarte a tí misma. 

Sin temor, te enseño mis manos como si te mostrara mi cuaderno que se está escribiendo igual que el tuyo solo que con su manera particular, y entonces las dos sonreímos por nuestras vidas escritas.

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