Tras un desastre natural o de origen humano de gran magnitud, los gobiernos y sistemas que se desprenden de él deben ser sumamente cuidadosos acerca de sus acciones y decisiones para evitar exacerbar la situación o causar daño adicional, siendo el “manejo de desastres” un esfuerzo coordinado y compasivo que acerque el bienestar a las poblaciones afectadas, haciendo esencial la priorización de la seguridad y salud de los ciudadanos después de tragedias de gran calado.
¿Qué se debe evitar? Es imperativo no incurrir en conductas negligentes ni descuidar la atención después de un desastre, ya que la eficiencia y prontitud de la respuesta son cruciales para salvar vidas y reducir el sufrimiento. De igual manera es necesario evitar la ineptitud y la falta de liderazgo, ya que cuando se combinan con la falta de coordinación y comunicación deficiente, pueden provocar confusión y pánico (los gobiernos nunca deben parecer ineptos o desorganizados en sus acciones). No se debe olvidar que los “jueguitos” políticos deben hacerse a un lado y se deben enfocar los esfuerzos únicamente en ayudar a solventar las necesidades de la población afectada y no debe haber ningún tipo de favoritismo o discriminación en los apoyos y se deben evitar influencias generadas por etnicidad, estatus socioeconómico e incluso afiliación política.
De la misma forma, en ninguna circunstancia deben impedirse esfuerzos u obstaculizar a organizaciones humanitarias, voluntarios o sociedad civil, que estén prestos a otorgar ayuda a las comunidades afectadas y se debe tener un excelente ojo clínico para poder dirigir estos esfuerzos, apoyos y voluntades a las diferentes regiones basados en una evaluación de impacto y riesgo. Es imperativo hacer también un esfuerzo adicional por no dejar olvidados a aquellas poblaciones más vulnerables, como son los niños pequeños, personas con discapacidad, ancianos y aquellos que viven en regiones más remotas. Así mismo, las autoridades deben evitar y dado el caso castigar severamente a quienes incurran en actos de corrupción o fraude relacionados a los recursos asignados o donados y de igual manera habrán de tener una mentalidad sí de atender la emergencia, pero también para reconstruir con visión a futuro, apostando a un esquema más resiliente y mejor preparado para próximos desastres.
Se entiende que la seguridad es importante, pero no es lo ideal el encargar las tareas de apoyo a las fuerzas del orden o militares de manera total y al contrario es recomendable dejar espacio a otras organizaciones que tienen capacidad y experiencia en tareas humanitarias. Por último, la comunicación con la comunidad directamente afectada es crucial y los gobiernos deberán proveer información oportuna sobre medidas de seguridad, apoyos disponibles y otras instrucciones para salvaguardar su integridad y comenzar las tareas de recuperación.
La dirección a tomar, evitando lo comentado anteriormente, es la de realizar un verdadero análisis y evaluación de la extensión de daños, de las necesidades de la población afectada (heridos o enfermos, por ejemplo) y capacidades de atención sanitaria, movilizando recursos materiales y humanos para atender tareas de salud y bienestar comunitarios, priorizando la reparación o reconstrucción de instalaciones clínicas tomando en consideración su importancia y ubicación, asegurando que estas reparaciones o reconstrucciones anticipen problemas a futuro y cumplan con los estándares de seguridad básicos. Se deberán coordinar esfuerzos con organizaciones locales, nacionales e internacionales, con líneas claras de comunicación y acción con esferas de gobierno y ONG, para recuperar de la manera más eficiente y rápida las capacidades asistenciales sanitarias. Con las poblaciones será importante tener comunicación para educar y promover medidas preventivas de enfermedades, tratando de evitar brotes o dispersión de enfermedades otrora bajo control. De igual manera, el soporte psicológico deberá estar presente para los individuos afectados por el desastre y también para los prestadores de servicios asistenciales.
Todas estas medidas deberán estar sustentadas por un financiamiento más que robusto que incluya además de los presupuestos de gobierno, ayuda internacional y seguros y de la misma manera las actividades deberán ser evaluadas y monitorizadas para verificar que se están llevando a cabo con calidad, documentando y reportando todas las acciones realizadas, así como gastos y resultados para poder después realizar rendición de cuentas claras.
Al final, esto deberá ser un mecanismo también de aprendizaje y las lecciones recibidas habrán de compartirse con otras regiones, para que puedan también anticipar medidas de protección o recuperarse más rápido. El tiempo apremia y en estos días todos habremos de aportar.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA