Cualquier crítico de la política nacional no puede perder la cordura cuando alguien o algo le hace que el estómago le duela. Es real, a veces nuestros huesos viejos no resisten los calambres de enojo frente a la traición a las instituciones. Ante esas sensaciones, lo más fácil sería evitar el tema, como lo hacemos con todas las personas necias que no entienden razones.
Decía Dale Carnegie, el gran vendedor de libros de superación personal, que era inútil tratar de convencer a un pagado de sí mismo cuando estaba equivocado. El mejor camino es no contradecirlo porque, de lo contrario, lo único que ganamos son enemistades y mal humor.
Eso pasó ayer cuando el ministro y expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, decidió abandonar su cargo (irrenunciable) para ponerse a las órdenes de Claudia Sheinbaum y la llamada 4T. Desde el principio del sexenio tuvo una pésima actuación al someterse al Presidente. Justo como sucedía en la época dorada del PRI, cuando el poder era como la Divina Trinidad, tres poderes concentrados en uno.
Tal fue su abyección que se hizo guaje cuando los diputados del oficialismo quisieron extender su mandato por dos años más.
En una ley de segunda -o de tercera- quisieron subvertir la Constitución que marca la no reelección o la extensión de los plazos fijados por la Carta Magna. Todos supusimos que era una caladita que, si pegaba, podría avanzar a la extensión del mandato presidencial. Como antojo, en ese entonces, nos hubiera gustado decirle: “Arturo, todo lo que tienes que hacer en la vida es decidir qué viola la Constitución y qué no, ¿cómo demonios no vas a saber que la Constitución impide esa payasada ordenada desde Palacio a los abyectos diputados del oficialismo?”
“El Profe Zaldívar”, como se dio a conocer en Tik Tok, pretendía dar clases de Derecho Constitucional en breves cápsulas explicativas. ¿Cómo pudo tener la vanidad de dar cátedra cuando cualquier estudiante de primer grado lo hubiera reprobado por doblarse y entregar el Poder Judicial al Ejecutivo? Luego “renunció” al prolongamiento de su mandato, cuando no tuvo más remedio, además algo imposible porque en primer lugar nunca lo tuvo.
Desde entonces todo lo que veíamos eran puras vergüenzas, puras desfachateces de su mandato. Recordemos cuando Alejandro Gertz Manero, el Fiscal General, metió a la cárcel a su sobrina política Alejandra Cuevas Morán y quería guardar también a su cuñada Laura Moran, de 94 años, por un pleito de dinero. La nieta política de su hermano Federico, Ana Paula Castillo, se arrodilló frente a Zaldívar pidiendo justicia. Impávido, el ministro, sólo supo callar frente al reclamo. Fue un abuso de poder de Gertz, aceptado y tolerado por Zaldívar. En otra ocasión, estudiantes de leyes lo tundieron por sus decisiones equivocadas; nunca respondió a sus preguntas.
Como si fuera poco, navegó de muertito cuando todos supimos que la Ministra Yazmín Esquivel no tenía un título limpio de licenciatura porque había plagiado su tesis. La ministra también plagió su tesis doctoral y sigue ahí como si nada. Zaldívar votaba en contra de la razón haciendo trío con Esquivel y Loreta Ortiz, las dos embajadoras de Palacio en el Poder Judicial.
Lo bueno es que se va y deja el lugar a alguien que, con algo de suerte, tendrá más dignidad, respeto a la separación de poderes y congruencia en su forma de vida.
Gsz