Esta primavera los pájaros regresaron demasiado temprano. 
Alégrate, razón, también el instinto se equivoca.” – Wislawa Szymborska

 

Uno de los pocos gestos de amor y alegría de vivir que experimentaba el visitante al ingresar al CERESO 1000 de Valle de Santiago estaba a cargo de las golondrinas. Sus cuerpos gráciles se deslizaban por el aire desde la aduana, espacio de recepción y profusa requisa, hasta los corredores amurallados, encargados de distribuir el espacio de concreto y metal hasta la explanada donde entre rejas y concertina emergen los dormitorios. Imposible evitar la fascinación por esa dinámica levedad en un espacio donde todo está atornillado al piso y bajo vigilancia. En su ligera etiqueta de plumas, las aves rozaban los techos y se escabullían a través de las oquedades del hormigón; entrecomillaban (como decía Gómez de la Serna) ese duro escenario donde se purgan con justicia o sin ella los delitos. 

A muchas de ellas, como en el poema de Szymborska, el cambio climático las hace llegar a la zona antes de las fechas usuales. No sé si por un error en el instinto pero en los últimos años migran en temporadas cada vez menos predecibles. Quizás su error, o el nuestro al destruir el planeta, les pasó la cuenta.

La misma inestabilidad del clima que nos brindó este año una temporada de lluvias anómala, el pasado martes arrasó con una tromba de granizo la región de Valle hasta Abasolo. Las explanadas del penal se cubrieron con una densa capa de hielo salpicada con cuerpos de golondrinas. No quedó prácticamente ninguna. Los internos llenaron tambos completos con sus cuerpos inertes.  

El mismo martes en la noche cuando la borrasca se había tragado las golondrinas, no muy lejos del Arco de la Calzada, en pleno centro de León, fue asesinado Luis Enríquez Vanderkam, un ave que hacía otoño en solitario: “la voz de miles de leoneses hartos de la inseguridad que lo seguían en sus redes y se afiliaron a sus canales. Sus denuncias también incluían a los servidores públicos de todos los niveles, responsables de enfrentar el auge de la inseguridad”, comenta Arnoldo Cuéllar en su columna. 

La forma más vil de acallar el reclamo de justicia y verdad en Guanajuato, y en particular en el campo de batalla del crimen organizado cuya mortífera tromba se ha intensificado este año en León, como comenté en mi columna El fin de la tregua. Una ejecución más que se suma a los miles de expedientes de muerte o desaparición que acumula sin resolver la fiscalía general del Estado. 

Aunque se tardaron en llegar las condenas por parte de la dirigencia política, quizás estén más preocupados por evitar la cancelación del concierto de Luis Miguel, reconocen el valor de Enríquez Vanderkam, pero no hacen referencia alguna al efecto amedrentador que tiene este cobarde asesinato para el ejercicio del activismo o de la comunicación pública, justo en el arranque oficial de las precandidaturas para la gubernatura. 

Su muerte deja acéfalo un canal de información con más de 350.000 cuentas, lo que equivale casi a una quinta parte de la población de su ciudad. De ese tamaño el golpe a la libertad de expresión. 

Espero que el ejemplo de valor y entrega de Enríquez Vanderkam ayude a los leoneses a sacudirse la anomia, que no cese la inconformidad ante autoridades insensibles o ineptas, ni la denuncia ciudadana. A la misma Fiscalía, que en su comunicado sostuvo que el activista había perdido la vida, y no que había sido asesinado a sangre fría, le exigimos resultados en el esclarecimiento de este crimen. 

Este otoño las golondrinas murieron inesperadamente. Alégrate, votante, apenas empiezan las campañas electorales.

Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

DAR

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