Los buenos deseos no generan buenas políticas públicas”.
Bjorn Lomborg
Una vez más se ha calificado de “histórico” el acuerdo de una conferencia de las partes para el cambio climático. Con este adjetivo el presidente de la COP28, Sultán al Jaber, cabeza de la petrolera nacional de Abu Dhabi, se refirió al documento que se firmó al concluir la conferencia de Dubái este 13 de diciembre. Ese mismo calificativo se empleó para la COP2 de 1997, que adoptó el Protocolo de Kioto, y para la COP 15 de 2015, de la que surgió el Acuerdo de París. Otras COP han tenido acuerdos que también han sido celebrados como “históricos”.
Los acuerdos podrán haber sido más o menos ambiciosos, pero nunca históricos, porque no han logrado su propósito de reducir las emisiones de carbono y el calentamiento global. Desde la COP1 de Berlín de 1995, hemos tenido 28 conferencias que nunca han diseñado políticas públicas que permitan realmente la realización de esas metas, propuestas originalmente por la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático que se realizó en Río de Janeiro en 1992.
No hay duda de que el mundo se está calentando. Este 2023 ha sido el más cálido en la historia desde que tenemos mediciones confiables. Está demostrado, por otra parte, que las actividades humanas son responsables de buena parte de este calentamiento. Los negacionistas son tan ciegos a la ciencia como quienes insisten que la Tierra es plana.
A pesar de todos los acuerdos “históricos”, sin embargo, las emisiones de dióxido de carbono han crecido de manera sistemática. En 1800 fueron de 32.8 millones de toneladas y un siglo después, en 1900, de 1,950 millones. En 1992, el año del Acuerdo Marco de Río, alcanzaron 22,570 millones; en 2015, fecha del Acuerdo de París, 35,400 millones; en 2019, 37,040 millones; en 2020, por la pandemia, bajaron a 35,010 millones, pero en 2022 se registró una nueva marca, esta sí “histórica”: 37,150 millones (ourworldindata.org).
Las COP solo han sido pretexto para que los políticos del mundo se reúnan para ofrecer discursos apocalípticos y promesas que no se pueden cumplir, y son incumplibles porque implicarían un retroceso económico tan grande que no sería aceptable para los habitantes de ningún país. Recordemos la rebelión de los “chalecos amarillos” franceses ante la imposición de un pequeño impuesto ecológico a la gasolina.
La COP28 mantuvo el mito de que restringir el uso de combustibles fósiles evitará que la temperatura del planeta se eleve más de 1.5 grados Celsius sobre los niveles preindustriales. Es una mentira. Aun si se suspendieran hoy todas las emisiones de carbono, lo cual provocaría la peor catástrofe económica de la historia, habría un 42 por ciento de probabilidad de que rebasaríamos los 1.5 grados (M.T. Dvorak y colegas, Nature Climate Change, 2022). Las políticas que proponen las COP son tan irracionales que ningún país puede aplicarlas. De haberse respetado, el Acuerdo de París habría tenido un costo brutal de 26.8 billones de dólares anuales para 2030, pero solo habría logrado para 2100 una reducción de la temperatura de 0.048 grados sobre la actual curva ascendente.
Políticos y activistas se unen en un discurso catastrofista que afirma que sin medidas drásticas el planeta va a morir. Esto también es falso. El calentamiento global traerá ganadores y perdedores; habrá más olas de calor, pero también menos frentes fríos, que matan a muchas más personas; las cosechas pueden adaptarse, los humanos también.
Hay soluciones al calentamiento, pero no son las que prometen los políticos. Al final, la apuesta debe ser en ciencia y tecnología, pero los políticos no pueden empobrecer brutalmente a la población del mundo para lograr reducciones mínimas en el calentamiento global.
Víctimas
Para el presidente es fácil culpar a las víctimas. Lo hizo cuando afirmó que los estudiantes asesinados en Celaya querían comprar drogas. La Fiscalía de Guanajuato ha confirmado que ninguno consumió drogas. López Obrador debe disculparse ya con los padres de las víctimas.
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