Latinoamérica enfrenta varios desafíos relacionados con la donación de sangre, los cuales impactan en la disponibilidad y accesibilidad de este tratamiento médico. Sí, somos muy parecidos los latinoamericanos, incluso en los problemas relacionados con la salud.
La mayoría de los países en Latinoamérica todavía dependen de la donación por reposición (es decir, donar solamente cuando algún familiar, amigo o conocido lo necesita), sin haber alcanzado el total de donaciones provenientes de donadores voluntarios no remunerados (antes conocidos como altruistas), que son la fuente de abastecimiento más segura de este recurso terapéutico. De la misma manera, existe en la región un desequilibrio entre la demanda y la oferta de la sangre y sus componentes, con tendencia al desabasto, particularmente cuando ocurren picos de demanda (como esta temporada decembrina) generados por sistemas de sangre con planificación deficiente y coordinación inefectiva.
Asimismo, la infraestructura y la logística son inadecuadas en nuestros países, resultando en una colección, procesamiento, transporte y distribución malogrados, que se traducen en falta de oportunidad de atención para los pacientes. Además, otro punto importante en común (inquietante por decir lo menos) es la falta de seguridad transfusional, con una prevalencia e incidencia de enfermedades transmisibles por transfusión más alta que en otras regiones del mundo con niveles de desarrollo similares.
Otra realidad compartida es la falta de un sistema de reclutamiento eficiente de donadores y retención de los mismos a largo plazo, lo anterior por la falta de programas de educación y sensibilización comunitarios, que son necesarios para llevar a la palestra la importancia de realizar donaciones de manera regular y repetida.
Es notorio que en Latinoamérica, la legislación y regulación no son del todo sólidas, pues existe ausencia o falta de consolidación de leyes y normativas respecto a la sangre y sus componentes, por lo que el fortalecimiento de estos sistemas de gobernanza y marcos regulatorios es crítico para asegurar la calidad y seguridad de la sangre.
Si bien en Latinoamérica compartimos rasgos muy particulares, caracterizados por una pasión por la vida expresada por la música, danza o celebraciones coloridas que reflejan nuestro amplio mosaico cultural, también compartimos una actitud particular relacionada con la donación, con conceptos en ocasiones no menos que aberrantes, locuaces o idiosincráticos respecto a esta actividad, con una tendencia a una percepción negativa de la misma.
Es innegable también que el acceso a los servicios de donación es harto limitado e incluso si se tienen “las ganas” de aportar, es complicado hacerlo por el desafío que representa para el donador invertir tiempo o incluso dinero para poder compartir este valioso recurso con el prójimo.
Por lo anterior, atender estos desafíos requiere de un enfoque multifacético y la integración de los países de la región para fortalecer el sistema de sangre y hacerlo sostenible, seguro y accesible. Por ello, esta columna se une a los esfuerzos de la campaña regional “Latinoamérica Unida Dona Sangre 2023”, organizada por el Grupo Cooperativo Iberoamericano de Medicina Transfusional, una entidad de profesionales clínicos hispanoamericanos cuyos esfuerzos están en función de propiciar y favorecer el desarrollo de la medicina transfusional, en beneficio de la salud y bienestar de las poblaciones, que realiza en esta semana su campaña internacional masiva de donación de sangre en nuestra región latinoamericana. Esperemos todo el éxito de la misma y a ti, amigo donador mexicano, únete a la causa: ¡dona sangre y salva vidas!
Médico Especialista en Patología Clínica, Profesor Universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA