La pandemia de Covid-19 planteó un desafío para las artes interpretativas.
Por una parte el confinamiento orilló a muchos creadores e intérpretes a buscar formas “sanas” de interactuar con sus espectadores habituales.
Vivimos durante esos meses una explosión de transmisiones en vivo que buscaban paliar muchas veces la precariedad laboral (que llevó a muchos a la quiebra) y la necesidad de no abatirnos ante la adversidad encarnada en un virus invisible.
Buscamos formas para superar el miedo a ese contagio que podía llevarnos a la tumba.
La literatura buscó también espacios a través de otros formatos y mantuvo en vilo el anhelo de que surgieran grandes relatos de aquella experiencia rayana entre la muerte y la esperanza.
El trabajo literario, imposible de concebir sin la pausa, la revisión, la distancia y la reescritura, empieza a editar obras sólidas y hermosas que a meses o años de distancia nos ayudan a analizar lo ocurrido en aquellos días de certidumbres sacudidas por la enfermedad y el shock de las cuarentenas forzosas.
Ediciones La Rana, la editorial de nuestro estado, presentó hace unas semanas en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara Esquemas para fabricar una ventana de José Antonio Banda, una reflexión desde la enfermedad sobre la condición humana:
Somos un punto en el tiempo que no volverá a repetirse. No sabemos cuál será el final de nuestra trayectoria cuando la muerte nos reclame. No sabemos qué pasará con todo lo que conocemos. Nada de lo que sucederá con nuestros sueños.
Irapuatense universal, Banda recrea su aldea a partir de la memoria de diferentes duelos familiares mientras sufre el contagio en carne propia.
Su voz evoca el dolor corporal en contrapunto con la pérdida de seres queridos, la hermana difunta en la infancia y, durante los años del virus, Pilar, la gran matriarca de su clan y José, su abuelo paterno.
Aquí, portando el cubrebocas como una extensión impensable de mi rostro, ante el regreso repentino a los sitios laborales, ahíto de incertidumbre, trato de aceptar la muerte de mamá Pilar, trato de reanudar con la mayor entrega que me es posible, si acaso cabe pensar eso, la trayectoria del tiempo presente.
La prosa lírica de Banda fraterniza con la autobiografía, la crónica, el ensayo y el treno, entre otros, para entretejer de forma magistral textos provenientes tanto de la tradición cultural de Occidente, como de nuestros contemporáneos.
La elegancia de su estilo, ritmo y pathos impregnan una narración capaz de conmover al lector más exigente, y lo obligan a su vez a recordar esos años de fragilidad y miedo, de tal manera que, como dice el autor: a veces no sabemos quién vivió los hechos y quién los recuerda.
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