Si va a haber una quiebra de una empresa, que sea el empresario el que asuma la responsabilidad”.

Andrés Manuel López Obrador

 

Petróleos Mexicanos, la mayor empresa de nuestro país, está en quiebra. El problema no es de hoy. Hace años ya que Pemex está en quiebra técnica, con pasivos significativamente superiores a sus activos. Lo que inquieta es que el problema se está agravando, a pesar de que el gobierno federal le ha inyectado una enorme cantidad de recursos.

El patrimonio de Pemex en 2018, último año de gobierno de Enrique Peña Nieto, era negativo en un billón 459 mil millones de pesos. Para 2020 la cifra roja había subido a 2 billones 404 mil millones. Hubo una disminución a partir de entonces, pero al tercer trimestre de 2023 el patrimonio negativo era todavía superior al del cierre del gobierno de Peña Nieto: un billón 579 mil millones de pesos. Este deterioro se dio a pesar de que el gobierno federal, que se comprometió a rescatar la empresa, le inyectó, entre 2019 y el tercer trimestre de 2023, 798,718 millones de pesos en aportaciones de capital (Francisco Barnés de Castro con cifras de Pemex).

El principal problema se ubica en la refinación. Entre 2019 y el tercer trimestre de 2023 Pemex ha acumulado 982,918 millones en pérdidas netas, pero de ese monto 789,726 millones corresponden a Pemex Transformación Industrial, la parte de refinación.

Con los apoyos del gobierno federal, Pemex ha logrado reducir su deuda de largo plazo, pero en cambio ha aumentado la de corto plazo. Este aumento en el pasivo de corto plazo ha sido producto de los retrasos en pagos a proveedores, que ya están amenazando con demandar a Pemex o incluso con dejar de prestarle servicios. Esto haría muy difícil que la petrolera pudiera continuar operando.

El presidente ha tomado decisiones que, en vez de fortalecer a la empresa, la han debilitado. Con su promesa de no preocuparse por la producción de petróleo crudo, la parte más rentable de la empresa, sino por la refinación, que es donde se concentran las pérdidas, ha generado inversiones que difícilmente serán rentables, mientras que disminuye la rentabilidad de las partes que mejor funcionan de la firma. Si bien la inversión en la refinería de Deer Park en Houston fue una buena decisión de negocios, el dinero gastado en Dos Bocas no tiene forma de volverse rentable.

En mayo de 2020 el presidente López Obrador lanzó una amenaza a las empresas nacionales que enfrentaban problemas debido a la pandemia de COVID-19. Les dijo que no habría rescates y que los empresarios tendrían que enfrentar sin subsidios gubernamentales todos los problemas que surgieran de esas quiebras.

En el caso de Pemex, los dueños de la empresa somos todos los mexicanos. Ciertamente seremos nosotros los que tendremos que sufrir las consecuencias de la quiebra de la mayor empresa de nuestro país. Pero una opción que siempre tienen los empresarios privados es destituir a los directivos de sus compañías cuanto estos las llevan a la quiebra. El problema en Pemex es que el directivo que ha tomado la mayor parte de las decisiones fallidas ha sido el propio presidente de la república, mientras que el encargado de aplicar estas medidas ha sido el ingeniero agrónomo Octavio Romero Oropeza, a quien el presidente encargó la dirección general de la compañía a pesar de que no tenía conocimientos ni experiencia en la industria petrolera.

Yo estoy de acuerdo en un punto con el presidente: el Estado no tiene por qué rescatar empresas. Lo curioso es que no solo ha ordenado que se gasten cientos de miles de millones de pesos de los contribuyentes en un rescate de Pemex, sino que lejos de lograrlo ha dejado a la empresa en una peor posición de la que tenía antes. 

 

Arbitraje

 

La Secretaría de Economía anunció ayer que está buscando un acuerdo con las empresas canadienses de energías renovables que habían decidido recurrir a un arbitraje internacional por violación a sus contratos. Lo absurdo es que a México le convienen esas inversiones en energía limpia. No tiene sentido frenarlas. 

 

www.sergiosarmiento.com

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