Por: Beatriz Leticia Zavala Balcázar – Belezaba
Siempre que Carlita sale de casa, me gusta esperarla detrás de la puerta o echada en el sillón. Eso sí, siempre estoy muy alerta captando todos los ruidos que escucho dentro y fuera de casa. Cuando ladro una o dos veces, no hay peligro; es solo un aviso. Pero cuando ladro mucho, entonces sí: ¡Atención! ¡Atención! Como si fuera una alarma.
Por las noches, me divierto con las cucarachas que salen de la coladera del patio con su traje café brillante, sus antenas movibles y sus patas de ligero correr. A veces no quieren jugar y se van, mientras que otras son más amigables y jugamos al muertito; se ponen patas pa’rriba, les rasco la panza y parece que ríen a carcajadas porque se remolinean con gusto. Pero lo raro es que después de tanta risa, ya no se mueven. Trato de animarlas con mis pezuñas, pero nada; entonces, se quedan ahí bien dormidas y ya no despiertan.
Hoy es 5 de enero y todos en casa están muy felices porque son días de fiesta. La mamá de Carlita prepara la tradicional rosca de reyes para mañana. Siempre me toman en cuenta. De vez en cuando, me dan un huesito, carnudito, con el que me entretengo lamiéndolo y mordiéndolo de un lado y de otro hasta que hace ¡CRAC, ¡CRAC! ¡ZAZ! el hueso se rompe y me lo zampo todito. Tengo un espacio para dormir con mi cama personalizada, mi guardarropa hecho por Carlita. Además, tengo un juguetero; hay varias fotografías de ocasiones especiales, como cuando participé en un concurso de China poblana, otras de mis cumpleaños y un letrero grande con mi nombre: PRINCESA.
Durante todo el mes de enero, hay fiestas en el pueblo. Pasado mañana es el desfile de la feria. Siempre me bañan, me cepillan y mis orejas lucen esponjosas.
Ese día sacan por fuera de la casa dos bancas de madera y ahí esperamos para ver pasar los carros alegóricos, la reina, las danzas, los reyes magos, la música y las mojigangas que “bailan al compás del son que les toquen”.
Oigan, oigan, la cerradura de la puerta. ¡Ya huele a Canta! Mi corazón late y mi cola parece motorizada.
—¡Princesa hermosa, ven aquí! Te traje algo -dice Carlita.
—¡Guauuuuuuuuuuuuuuuuuu! -contesto.
Ella pone una caja sobre el piso y yo husmeo. De pronto saca algo que se parece a mí y dice:
—Es para ti, así ya no estarás sola cuando tenga que salir. Me carga, me acaricia, me mira con amor y me expresa:
—Sabes Princesa, me hubiera gustado traerte un compañero de verdad, pero mis papás ya no quieren otra mascota. Por eso, traje uno que hasta me va a servir para ahorrar mi dinero.
—¡Necesito conseguir unas monedas! Voy a pedírselas a mi abuelito, mientras aquí se queda tu nuevo amigo para que juegues con él. —Explica Carlita.
Cuando ella se va, yo me acerco a él para olerlo, pero no huele como yo. Entonces, ¿qué es esta cosa que no se mueve, las orejas las tiene quietas y no se cansa de estar así? Le enseñaré unas lecciones.
Mira compañero, así se ladra en esta casa. ¡Guauuuuuuuuu! ¡Guauuuuuuuu!
No quiere aprender y está raro porque tiene una rajadita en el lomo. Ahí viene Carlita.
—Ya regresé Princesa. Aquí van mis primeras monedas de ahorro.
¡Ella toma la cosa rara y vaya sorpresa, ¡eh! ¡Come monedas por el lomo!
DAR