No le caería nada mal a nuestro Gobierno mirarse en el espejo de Ecuador, pues la rebelión de los cárteles de la droga contra el Gobierno representa un asomo de lo que está cerca de acontecer en nuestro México en zonas calientes.

Bastó en Ecuador que escapara -por segunda vez- de una cárcel de Guayaquil José Adolfo Macías, alias “El Fito”, líder de Los Choneros, una narcobanda especializada en extorsión, afiliada al Cártel de Sinaloa, quien purgaba una condena de 34 años por tráfico de drogas y asesinato, para que se desatara el terrorismo y lo que aproximó a una guerra civil que amenazó con rebasar al Gobierno ecuatoriano, encabezado por el Presidente Daniel Noboa, quien decretó un “estado de emergencia” y sacó al Ejército a las calles. (A diferencia de aquí, en que Obrador le puso las calles al Ejército).

Diferentes bandas ecuatorianas han secuestrado a teleperiodistas en vivo, ingresaron a la Universidad de Guayaquil a plagiar estudiantes, atacaron cuarteles del Ejército y la Policía, secuestrando a varios y -para colmo- a un hospital del que secuestraron a médicos.

El Palacio presidencial de Quito fue evacuado y el Presidente Noboa resguardado ante la gravedad de las amenazas del narco que trastocaron la gobernabilidad de Ecuador, país que, al igual que México, padece grandes niveles de corrupción por el trasiego de drogas.

Afirman analistas que las Policías, el Ejército y las instituciones de justicia ecuatorianas, así como Alcaldías y demás, están infiltradas por el narco. Los Choneros controlan ciertas zonas del país, y sus rivales, Los Lobos, afiliados al Cártel Jalisco Nueva Generación, otras diferentes.

Conviene recordar que “El Fito” y Los Choneros fueron señalados como los orquestadores del asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, en Quito, en agosto pasado, justo antes de las elecciones presidenciales. Villavicencio abogaba por combatir a las bandas iniciando por retomar el control de las prisiones ecuatorianas, la mayoría en poder de los cárteles. 

De ahí que “Fito” pudiera escapar dos veces, y que haya logrado que su novia, Verónica Briones Zambrano, pasara días con él en la prisión. Pese a que a la influencer muy activa en redes sociales se le detuvo saliendo de la prisión disfrazada de guardia, jamás se le procesó, ni castigó, y permanece con fuerte presencia en las redes sociales, ¡y ni siquiera le han preguntado en dónde está “Fito”!

Estos acontecimientos son muy parecidos a los de nuestro México Mágico, en el que “El Chapo” también escapó dos veces de prisión; y en el que también simples Gobernadores tomándose sus chelas en horas de trabajo -y atribuciones que no les corresponden- destapan a candidatos presidenciales (por cierto, ex priistas impresentables, al tiempo que hablan embusteramente de la “nueva política”).

Pero de esto mejor ni hablar, pues innecesario resulta agregar palabras a lo muy bien dicho por el Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien al igual que Noboa padece los embates no sólo de un partido palero liderado por esquiroles del oficialismo, sino de los cárteles, que también amenazan con rebasar a las instituciones locales en no pocas entidades de nuestro País.

Iniciamos este opus afirmando que sería conveniente que nuestro Gobierno se mirara en el espejo de Ecuador, ya que si ustedes analizan los hechos resultan éstos copia de los nuestros. Y no porque entre estos grupos criminales existan nexos, sino porque ambos persiguen lo mismo: controlar a la autoridad, eliminar a sus rivales y realizar sus actividades delictivas, llámese narcotráfico, extorsión, secuestro, tráfico de personas, cobro de piso, cuotas al comercio o lo que gusten.

Entre más se debiliten las instituciones, más poder alcanzan los delincuentes, hasta que no haya nada que los frene, y es cuando caemos en un “Estado fallido”. Ecuador está cerca de serlo, y en México vamos en ese rumbo, le cuadre o no al autoritarismo oficialista que todo lo niega y que hasta se atrevió a aseverar que en México hablar de la violencia es ir contra el Gobierno o del gobernante, pues en su mente febril “L’État c’est moi” (El Estado soy yo), como si viviéramos aún en la época del “Rey Sol”, Luis XIV.

Ya basta pues de consentir a criminales, ya que equivale a criar cuervos que luego le sacarán los ojos al Estado convirtiéndolo en fallido.

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