Cuando Balzac gozaba de plena fama en el panorama literario francés con su Comedia humana, conocida como Scènes de la vie privée, comienzan a aparecer por entregas en un folletín parisino las escenas vitales de un grupo de jóvenes artistas que “impulsados por una vocación obstinada, entran en el arte sin otro medio de existencia que el arte mismo; la mente siempre despierta por su ambición, que vence la carga que tienen ante ellos, y los empuja a atacar el futuro… Su existencia diaria es una obra de genio, un problema diario… Pero cuando una pequeña fortuna cae en sus manos, los vemos inmediatamente deambular por las fantasías más ruinosas, amar a las más jóvenes y a las más bellas, beber los mejores y más añejos vinos, sin encontrar nunca suficientes ventanas donde tirar su dinero…” 

Henry Murger, su autor y también protagonista bajo la máscara del escritor Rodolfo, llamará a estos cuadros Escenas de la vida Bohemia. Con su publicación como libro en 1851, cincelará el concepto de los artistas desconocidos que “fallecen en su mayoría, diezmados por esta enfermedad a la que la ciencia no se atreve a dar su verdadero nombre: miseria.”

Murger, retrata a sus amigos, pintores, escultores, filósofos y literatos, así como a sus parejas, en un relato que fascinó a sus contemporáneos por esa mezcla de ingenio, bonhomía y tragedia, que daría pie a una saga de historias de su pluma, como Los bebedores de agua, y a una obra de teatro, La vida de Bohemia.

Murger al echar mano de sus memorias conoce la fama y el dinero, y logra escalar a esa posición anhelada en sus días gitanos o bohemios. Sin embargo, fallece prematuramente a los 38 años. Al igual que sus personajes femeninos Francine o Mimí, al rozar la miseria en su juventud había contraído la tuberculosis que lo llevó a la tumba. Décadas más tarde su obra caería en manos de dos grandes compositores italianos de ópera: Ruggiero Leoncavallo y Giacomo Puccini. Al mismo tiempo y en una competencia inusual, cada uno la adaptará la ópera y la lanzará bajo el mismo título: La bohème. La de Puccini, sin lugar a duda una de sus obras maestras y piedra angular del repertorio operístico mundial, conserva la atmósfera del París descrito por Murger y las características de sus personajes, gracias al soberbio libreto confeccionado por Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Estrenada el 1 de febrero de 1896, no ha dejado de representarse desde entonces. 

Al legado de Murger podríamos añadir una buena lista adaptaciones cinematográficas o musicales, todos enmarcados en aquella zona geográfica y afectiva que el francés demarcó así: “Bohemia, limitada al Norte por la esperanza, el trabajo y la alegría; en el sur, por la necesidad y el valor; al oeste y al este, por la calumnia y el Hotel de Dios…”

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