Con la información obtenida por el agente Palacios y su grupo, se inició una nueva investigación y estrategia, para fijar la ubicación del lugar, su vigilancia y observación permanente, número de individuos que ingresaban y salían, horas de máxima concentración de la banda; además el agente Palacios solicitó apoyo a Servicios Periciales para fotografiar el lugar, carga de tránsito vehicular en la zona, medición y extensión del predio, accesos y tipo de material de puertas para penetración e irrupción sorpresiva.
Se estudió para definir el número de elementos necesarios para el operativo principal, el tipo de equipo y armamento a utilizar y la hora más conveniente para realizarlo.
Afortunadamente el sitio se encontraba aún en jurisdicción del entonces Distrito Federal, aunque en una zona muy despoblada e inhóspita, alejada de la mancha urbana, en la zona llamada “El Paraíso”, por Iztapalapa, colindando con el Valle del Lago de Chalco. Era un predio bardeado con tres portones de entrada hacia tres distintas bardas, en el centro una construcción para habitación y a los lados cobertizos como semejando un gran taller mecánico, con varios vehículos en su interior, dos grúas, dos camiones rabones con redilas para carga.
Se había estimado un número aproximado de veinte malandrines en su interior y dos en el exterior cuidando la puerta principal. Considerando que en esa madriguera la banda delincuencial tuviera armas, los elementos que se comisionaran deberían hacerlo también, inclusive con aquellas de calibre más alto permitido y más potentes.
Se estableció como día del operativo el viernes por la mañana, entre las 8 y las 9, para reventar la guarida, aunque ya se estuviera cercanamente preparados desde el amanecer. Para ello se designó como responsable a la Novena Comandancia, a cargo del entonces jefe José Luis Villuendas, superior del agente Palacios, con quien había cierto celo profesional por la confianza que tenía el Subprocurador en la eficiencia de Palacios. Así que ambos se mantuvieron muy cercanos durante la diligencia.
Se irrumpió en el lugar con toda precisión, y como se esperaba, aunque fue sorpresivo el ataque, hubo resistencia e intercambio de fuego tanto de policías judiciales como de malhechores, hubo varias bajas; más del bando criminal, y policías solo cuatro lesionados. Cuando parecía que todo había terminado, otro elemento del equipo del agente Palacios me relató un episodio que por modestia no lo incluyeron en su informe a detalle, pero que terminó por unir en una amistad imperecedera al comandante Villuendas y al agente Palacios.
Resulta que al revisar una a una las habitaciones de la casa de los maleantes, en compañía de otros elementos, un joven oficial de reciente ingreso, sin experiencia, imprudentemente, pateando abrió la puerta de una habitación y entró con su arma en mano, pero desde debajo de una cama un sujeto escondido “le ganó”, como se dice en el argot policiaco, y “lo clareó”, disparándole en piernas, pecho y cabeza cuando caía; el comandante Villuendas lo vio y de inmediato disparó al agresor en dos ocasiones, pero solo lo hirió y aunque soltó el arma, seguía con vida.
El agente Palacios entró a la habitación y ante la escena, observó que el delincuente alcanzaba el arma que había soltado y le gritó al comandante: “¡dispárele porque sigue armado!”, pero el comandante había quedado como petrificado por la impresión del momento, y el agente Palacios con toda frialdad y precisión disparó en tres ocasiones contra el sujeto sin darle tiempo de accionar su arma, y lo mató en ese momento.
Guardó su arma y tomó al comandante de sus brazos, quitándole el arma, aún en un estado de shock, como ausente, les avisó a sus compañeros que había dos fallecidos más y llevó a Villuendas a que se sentara en lo que recuperaba su ánimo y conciencia.
Todo concluyó, algunos delincuentes trataron de huir brincando las bardas, pero estaban rodeados. Ninguno escapó. Todos fueron consignados, bajo la eficiencia del entonces director de Averiguaciones Previas, Lic. Abraham Polo Uscanga y su equipo de agentes del Ministerio Público especializado. Durante un buen tiempo disminuyeron los robos de autos; seguramente había otras bandas, pero en el hampa el mensaje estaba enviado: se les perseguiría con toda energía. Así que normalmente se mudan a otras entidades.
Hubo reconocimientos y estímulos al personal que actuó con precisión, disciplina y eficacia. En especial al agente Palacios por su destacada y exitosa investigación.
Cómo añoramos un trabajo así, para exterminar a los ladrones de vehículos que se han adueñado de la región León-Lagos-Aguascalientes.
Nota: Saludos a los amigos “El Walker” y “El Tesoro”, del área de Investigación Criminal a quienes saludé el domingo que invitaron la birria de San Juan de Dios.