Según datos de la Secretaría de Educación de Guanajuato, publicados la semana pasada por el Diario AM, en el estado se han titulado a lo largo de la última década 18.848 abogados, unos 314 por cada 100.000 habitantes, eso sin contar los que ya se había graduado o ejercían como tales con anterioridad, con lo que la suma total podría fácilmente duplicarse. LEE AQUÍ LA NOTA
La cantidad es abrumadora si consideramos que en el estado en total ejercen unos 250 médicos por cada 100.000 habitantes. El mismo reportaje, contrasta este superávit de abogados con escasez en otras áreas profesionales, como las ingenierías o la medicina. Además de registrar que, según el INEGI, de cada 100 personas que estudiaron derecho, 36 trabajan en una ocupación no relacionada con sus estudios.
Casualmente, leía por estos días No estudies derecho de Juan Jesús Garza Onofre, abogado de gran prestigio, doctor en Filosofía del Derecho, además de investigador y profesor de la UNAM, donde comenta en dos secciones de siete apartados cada una, el panorama actual de la enseñanza y la práctica del Derecho. En consonancia con las cifras arriba mencionadas, el panorama no es nada halagüeño.
Por una parte por la proliferación de egresados responde a una absurda profusión de instituciones de enseñanza sobre las cuales no se ejerce ningún control, de manera tal que el estado de Puebla tiene más facultades de derecho que todo Canadá; o Veracruz, que iguala en cantidad a todo Alemania. Sin control alguno en la cantidad, imposible hablar de una mediana supervisión a la calidad de la instrucción, algo que ha abonado también al mal nombre que la profesión. En este aspecto en particular, Garza Onofre ofrece una amplia gama de chistes, alusiones a la cultura popular y epítetos que si bien amenizan la lectura, constituyen una prueba alarmante de la crisis por la que atraviesa la práctica del Derecho, donde la crítica y la responsabilidad social se han relegado para privilegiar la defensa del stato quo y el lucro desmedido a toda costa.
Disfruté en especial los apartados destinados al uso del lenguaje por parte del gremio, llamado por algunos el “abogañol”, que semeja la capacidad destructora e inextricable de la lengua empleada por el SAT (o quizás se deriven uno del otro…). ¿Cuándo llegará de verdad el español llano a los despachos de abogados o fiscales cuando apenas se le ve esbozado en la función pública?
Retador e irreverente, No estudies derecho se me hizo también un trabajo demasiado extenso y reiterativo. Concebido como la argumentación de siete tesis y su correspondiente refutación, haberlo dividido en dos lo hizo pesado y redundante. Sin embargo, una reflexión tan aguda y necesaria no debe dejar de recomendarse a todos aquellos que deseen estudiar y ejercer en un país que tanto precisa transitar la senda del estado de derecho.
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