En las últimas tres décadas, el crecimiento de la economía mexicana ha sido modesto, casi nulo. En promedio, los mexicanos han percibido salarios aproximadamente 3.5 veces inferiores a los de sus contrapartes estadounidenses, a pesar de que los mexicanos laboran 2,400 horas anuales, mientras que los vecinos solo trabajan 1,800 horas. 

A lo largo de décadas, el exiguo crecimiento económico en México ha sido como un enigma sin resolver, manteniendo al país estancado en niveles  asintóticos  de pobreza  endémica.  Incluso los intentos de reactivación económica, como el del expresidente Peña Nieto, mediante prácticas neoliberales, con mayor déficit fiscal de 700 mil millones de pesos, incremento de impuestos y más gasto, no tuvo éxito, porque la economía no creció más allá de los índices infructuosos históricos de las últimas tres décadas. 

A pesar de su ubicación estratégica junto al principal mercado consumidor mundial, México enfrenta obstáculos para su crecimiento. Según Forbes, los economistas no encuentran factores “objetivos” que limiten el desarrollo del país. Lamentablemente, durante los periodos de bonanza petrolera no se logró construir una infraestructura sólida con los excedentes, lo que habría garantizado la competitividad y sustentabilidad a largo plazo. Si México tiene geográficamente una ubicación privilegiada, al lado del mayor mercado consumidor del mundo; entonces, ¿por qué México no crece? 

En época de jauja, ¿dónde fueron a parar los miles de millones de dólares generados por los excedentes petroleros cuando el barril superaba los 150 dólares? Desafortunadamente, se dilapidaron en gasto corriente, gratificaciones a la burocracia y se perdieron por ineptitudes, frivolidades y corrupción del Gobierno federal y gobernadores.

Los economistas sostienen que un mayor crecimiento podría alcanzarse mediante la acumulación de capital, reinversión, tanto en términos de maquinaria, equipos e instalaciones, como en el desarrollo del capital humano, de tecnología y la mejora de salarios para fortalecer el mercado interno. Frecuentemente se escucha el argumento de que los salarios no pueden aumentarse debido a la falta de productividad de los trabajadores. No obstante, es crucial reconocer que la productividad está vinculada con la capacitación, la seguridad social y las inversiones en tecnología y capital por parte de las empresas.

Paradójicamente, las políticas oficiales han favorecido salarios bajos, que contribuyeron a la constante disminución del poder adquisitivo del salario mínimo desde la crisis de 1976. Los aumentos de los salarios rara vez superaron la inflación, mientras que el argumento era que de incrementarlos generaría inflación, mientras que las utilidades del capital nunca se restringían como elemento inflacionario, como lo hacía con el salario mínimo. 

También era muy común escuchar “que no se pagaban mayores salarios porque el obrero no aumentaba la productividad”. Aunque habría que advertir que la productividad va de la mano de la capacitación, de la seguridad social, creatividad, inversiones en tecnología y capital, Cápex, por parte de la empresa. 

En fin, la productividad va de la mano en relación a varios factores del capital y del trabajo. La “Productividad Total de los Factores, PTF”, no es condición solo del trabajador al frente de una máquina obsoleta, mal capacitado y bajos salarios… 

Se fue empobreciendo tanto el salario mínimo que antes de los aumentos del  2018, que era de $80.76, no alcanzaba para adquirir una canasta básica. Las gráficas que muestran la depauperización del salario, debido a la inflación, a lo largo del tiempo revelan una realidad desalentadora. Un trabajador en 1941, durante el Gobierno de Ávila Camacho, tenía mayor poder adquisitivo que uno en 2021, reflejando una vergonzosa situación. 

Durante el denominado Milagro Mexicano, la pobreza disminuyó gracias al aumento real del poder adquisitivo del salario, fortaleciendo el mercado interno. Sin embargo, en los siguientes sexenios, especialmente en la era neoliberal, los salarios reales se desplomaron y posteriormente se estancaron incluyendo los gobiernos de Fox y de Calderón, donde el salario real apenas se incrementó en 0.28%

Afortunadamente, en este sexenio hay indicios de cambio. Desde diciembre de 2018 el salario básico ha aumentado de $88.36 a $248.90 en 2024, beneficiando a 8.9 millones de personas, 40% del total de inscritos en el IMSS. 

El aumento del poder adquisitivo no solo impulsa el consumo, sino que también tiene efectos positivos en la producción y el empleo. Este círculo virtuoso puede generar un ciclo positivo para la economía, demostrando que mejorar los salarios desempeña un papel esencial en la reducción de la desigualdad económica, contribuye al desarrollo sostenible y se fortalece la cohesión social y se crea un ambiente propicio para el desarrollo sostenible.

En León, durante años algunos empresarios se jactaban de que la mano de obra era muy barata (sueldos de miseria), y no querían que vinieran armadoras automotrices disque porque encarecerían la mano de obra. Algunos no pagaban ni el Seguro Social; era común que escondían al trabajador cuando había auditoría del IMSS. Pero, eso sí, no podían faltar los carros  Galaxy a la puerta del patrón, pero también en la casa de la novia.  Los banqueros decían que “había empresarios ricos y empresas pobres”. ¡Salario pobre, obrero pobre…!

 

 

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