Establecer el concepto de “idoneidad” hablando de un individuo que desempeñará una posición directiva o de liderazgo en un sistema de salud pública, es hacerlo desde la perspectiva de integrar habilidades, experiencia, cualificaciones y atributos personales que le permitirán desempeñar sus actividades de manera cabal e íntegra.

Un personaje idóneo, hablando de un “dirigente” relacionado con sistemas sanitarios, es un personaje que es capaz de demostrar un bagaje educativo robusto, relacionado con salud pública, administración o campos afines, así como una experiencia en el cuidado de la salud desde la perspectiva directiva y con un récord trazable de éxito en estas empresas. De la misma manera, deberá demostrar liderazgo y capacidad de toma de decisiones racionales, que se hayan traducido en la solución a situaciones críticas de manera eficiente y de planificación sensata.

No deberá ser ajeno a tener un conocimiento profundo de los desafíos que exige la realidad del sistema de salud que planea dirigir, así como de leyes, normativas y procedimientos administrativos básicos y políticas públicas, para integrar acciones que puedan realmente tener un impacto positivo en la salud de los individuos. La capacidad de comunicarse de manera efectiva con otros pares, con otras instituciones, ramos o disciplinas es imperativo, pero además es necesario contar con habilidades de comunicación para sus liderados y el público en general.

La innovación y adaptabilidad deben ser parte de su estructura personal, para poder responder a desafíos emergentes (que siempre se presentan) y tener una capacidad de formar redes de colaboración e integración para en conjunto atender los problemas de salud que aquejan a las poblaciones.

Por último, y no menos importante (al contrario, son características fundamentales), deberán tener probidad, transparencia, responsabilidad y compromiso con el interés público y demostrar altos estándares de comportamiento ético e integridad.

No contar (es más, ni siquiera intentar hacer el esfuerzo de conseguirlo) con personajes idóneos para liderar los esfuerzos en salud tiene consecuencias de gran calado, especialmente cuando se trata de puestos de alta dirección o en esferas importantes del gobierno.

Desde una operatividad deficiente, generada por una dirección pobre y falta de coordinación, pasando por una toma de decisiones errática (en especial en situaciones apremiantes), transitando por una falta de visión estratégica con resultados subóptimos y oportunidades perdidas, sin olvidar la falta de innovación o el diseño de políticas sensatas y efectivas, estos sujetos que no son idóneos para ocupar estos puestos son generadores de multitud de adversidades.

Es notorio que causan problemas financieros, malgastan recursos o no disponen de ellos para atender las necesidades reales y son adeptos a incumplir con regulaciones, estándares o incluso con disposiciones legales. Al final del día, un personaje que no es idóneo para desempeñar un cargo en salud se vuelve un verdadero lastre y además, suele ser sujeto a corrupción.

¿Por qué hablar de “idoneidad” en estos días? Porque los equipos de trabajo de los diferentes proyectos políticos habrán de integrar a personajes para ocupar cargos directivos en salud y si no apuestan a tener gente capaz, eficiente, sensata y honesta, podemos tener (o repetir) verdaderos tragos amargos como los vividos recientemente.

Los ciudadanos merecemos liderazgos de calidad para nuestros sistemas de salud, no menos. Exijamos lo que merecemos. Es tiempo.

(Médico Especialista en Patología Clínica, Profesor Universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre)

 

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