Hagamos de lado las consideraciones éticas, qué importa si en el camino han muerto algunos de miles de animales o que desconozcamos en buena parte las secuelas que puedan tener a largo plazo su uso en seres humanos: los chips intracerebrales han llegado para quedarse. No lo digo yo, lo dice Elon Musk, quien a través de su empresa Neuralink pregona haber comenzado a “desbloquear el potencial humano del mañana”. Así como lo oyen, no sólo hoy estamos bloqueados, aún tenemos mucho potencial…
Para quienes llegan tarde a la noticia (no sólo el bloqueo es mental), el multimillonario sudafricano, canadiense y estadunidense (ostenta las tres nacionalidades) además de fabricar coches eléctricos, enviar satélites y turistas al espacio o adueñarse de Twitter para hacerla más comercial, por medio de una de sus filiales desarrolla interfases que se implantan en el cerebro humano. Esto puede sanar a pacientes de lesiones neuronales graves o enfermedades como la ELA y de paso convertirnos en telépatas digitales. Es decir, con el chip correcto embutido en nuestra masa encefálica, podríamos hacer llamadas telefónicas o manejar equipos de computación sin mover un músculo, sólo emplearíamos el pensamiento. Verdadera mentefactura, ¿a poco no?
Tras el anuncio de Musk, se ha desatado la carrera por entrar (nunca más literalmente aplicado) en la cabeza de los clientes. Al día siguiente, el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información de China anunció que, tras experimentos exitosos realizados en sus centros de investigación, planea el próximo año lanzar interfases cerebrales potenciadas por IA generativa. El 2025, según un calendario de trabajo revelado anteriormente, también prevé el lanzamiento masivo de robots humanoides, algo que pregonan será tan disruptivo como el lanzamiento de los teléfonos inteligentes.
No sé si estemos listos para lo que viene. Pienso en dos cosas: en Lobot, el asistente de Lando Calrissian en el Imperio Contraataca, que traía adosados al cráneo implantes tipo walkman; así imaginábamos el futuro hace 50 años… También, pienso en el presente: en Diego Sinhué Rodríguez Vallejo, gobernador de Guanajuato, con su índice derecho apoyado en la sien al hablar de grandezas y sobrementefacturas; mientras sostiene con descaro que Carlos Zamarripa es el mejor fiscal de México. Cuando la ceguera es voluntaria no hay chips que valgan. Ya pagamos y probamos durante varios años la carísima tecnología Escudo, vimos lo poco que puede servir cuando no hay voluntad de brindar seguridad o de procurar justicia. Y por lo visto, seguiremos igual otro sexenio de nuevos comienzos y de los mismos con lo mismo.
Pero no hay que perder las esperanzas, quizás a cuenta de este aspiracionismo que nos hace copiar modelos extranjeros para solucionar nuestros problemas, la clase política mexicana decida dejar su accionar en manos de una inteligencia artificial, menos corrupta que la biológica; o, a través de implantes craneales, llegue a la conclusión de que la igualdad, los derechos humanos y el estado de derecho son posibles en una región devastada por la falta de agua y las políticas depredadoras. Para colaborar en la tarea, comparto aquí el vínculo que permite engrosar la lista de voluntarios para los experimentos de Musk.
Sí, el potencial es casi ilimitado.
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