Los sistemas de salud globales, regionales y locales tienen metas establecidas y expectativas declaradas. A través de planes, proyectos y empresas, buscan lograr objetivos de manera eficaz y eficiente, para progresar en hacerse cada vez más robustos, adaptables y resilientes. Sin embargo, las cosas no siempre resultan como se desean, generando desde una simple “decepción” hasta traducirse en un desempeño tan pobre que resulta incluso peligroso para las poblaciones a las cuales prestan servicios. Esto último sería la manifestación del “FRACASO” (así, con mayúsculas) de los sistemas sanitarios.
Pues bien, el fracaso se cierne como un nubarrón gris en nuestra región y también a nivel global. La esperanza de preservar la vida y mejorar su calidad en las personas se ve amenazada por una realidad apremiante al día de hoy: la re-emergencia de enfermedades prevenibles por vacunación.
En agosto de 2019, en este mismo espacio (del cual estoy enormemente agradecido) hacía mi primera colaboración que se titulaba “El Sarampión: no se debe dejar para mañana, lo que se debe hacer hoy”. Una aportación que desafortunadamente fue una premonición cumplida de que algo andaba muy mal en nuestro sistema sanitario.
No se pudo en todo este tiempo reforzar en la población el concepto de “responsabilidad individual y colectiva” respecto a la actividad de vacunarse. Fuimos incapaces de dar información clara y oportuna para que las personas, por decisión propia e informada, aportaran en mantenerse en un riesgo menor ante patógenos prevenibles y colaboraran con la comunidad para mantener la “inmunidad de rebaño” a través de la vacunación. De la misma manera, la debilidad del sistema de salud, manifestada en el inadecuado acceso a vacunación, programas de inmunización cercenados o simplemente desaparecidos y fallas en la vigilancia epidemiológica, no nos permitieron mantener a raya la re-emergencia de enfermedades prevenibles por vacunación, todo por una priorización inadecuada de problemas de índole público, restricción presupuestaria y de recursos para atender esta parte fundamental de la salud pública.
Es notorio que tampoco pudimos combatir la desinformación y renuencia a través de políticas públicas eficientes que hicieran más fuerte la confianza en el sistema sanitario y se recuperara el poder de la consejería y la voz de los profesionales de la salud en este tema. Las redes sociales y otras plataformas son caldo de cultivo cada vez más eficiente para individuos o grupos que no solamente ponen en tela de juicio uno de los hitos más significativos de avance en las ciencias médicas, sino que son literalmente movimientos anti-vacunación.
No pudimos lograr redes de colaboración internacional, no fue posible anticipar compras ni logramos establecer una industria nacional propia para la producción de biológicos y al día de hoy somos también blanco de amenaza de enfermedades otrora bajo control. Por todo lo anterior, estamos frente a la incertidumbre y sensación de zozobra ante la potencial amenaza que representa el sarampión en días recientes, pero estamos también a merced de otros padecimientos prevenibles como el cáncer cervicouterino, la poliomielitis, la rubéola, la difteria, el tétanos, la tos ferina, la hepatitis o las neumonías.
La re-emergencia de enfermedades prevenibles puede traducirse en una alegoría representada como una semilla, que en vez de crecer, florecer o dar frutos, no germinó siquiera y se marchitó antes de alcanzar todo su potencial. Esta semilla es la representación de esfuerzos, proyectos, metas y políticas públicas que por diversas razones no fueron exitosos, quedando inconclusos o desvaneciéndose antes de desarrollarse plenamente. Es decir, el fracaso es una representación de una oportunidad perdida, una esperanza rota o un objetivo no alcanzado que es el de mantener sanos a los individuos y poblaciones, para que alcancen su mayor grado de bienestar y desarrollo. Para revertir esta situación, no queda más que ponernos a trabajar y colaborar entre todos: gobierno, sistemas de salud, comunidades e individuos. Es tiempo.
(Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Especialista en Patología Clínica, Profesor Universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre).