¿Vivimos alguna vez una pandemia apocalíptica que nos forzó a huir al campo a contar historias, como sucede con los personajes del Decamerón de Boccaccio? En el desaforado y frenético siglo XXI, pareciera que todo se difuminó en el pasado y que nuestra marcha indefectible hacia el progreso y los beneficios económicos avanza sobre la misma sólida senda asentada en la ciencia y la tecnología. Poco vendedor parece ya el desconcierto, miedo y llanto al que quisieron someternos por un par de años nuestros gobiernos y los emporios transnacionales del sector farmacéutico. Tanto, que a cada nueva alerta de la OMS sobre posibles virus de nueva cepa apocalíptica, levantamos los hombros y seguimos nuestro camino con la convicción de haber vencido al peor de los males. ¿Qué nos queda de aquellos días?
Recuerdo la llamada de mi amigo, José Antonio Banda, entre esa confusa claridad que prodiga la memoria cuando buscamos en lo profundo: la voz a punto de quebrarse, pues hacía unos meses, en enero del 2021, había fallecido el poeta y editor Iván Trejo de lo mismo que acababa de contagiarse: Covid-19 (no sé por qué escogieron un nombre tan rancio para nombrarlo). Toño sonaba como el Cavaradossi de Tosca cuando contempla en retrospectiva las escenas de su vida mientras aguarda el pelotón de fusilamiento sobre una de las plataformas del Castillo de san Ángelo. Entre la bruma de la memoria, no recuerdo bien si lo regañé o bromeé con él con el fin de tranquilizarlo: eres aún joven, deportista, llevas una vida sana y, que yo sepa, ser poeta no constituye una comorbilidad. Si guardaba la calma, seguramente el virus pasaría como una inocente gripe.
Para entonces, yo había pasado dos veces por el virus, la primera de ellas de incógnito, y me había sido útil el consumo de miel y varios de sus derivados. Eso sí, le advertí que si sus padres no estaban vacunados, debía guardar una cuarentena cuidadosa. Nunca pensé que por esos consejos sería referido en las páginas de su nuevo trabajo publicado Esquemas para fabricar una ventana (Ediciones La Rana, 2023), escrito durante el encierro y pulido de forma concienzuda durante los años siguientes, además de haber participado en el Seminario para las Letras Guanajuatenses bajo la tutela del escritor, y amigo mutuo, César Tejeda.
Esa distancia de los hechos y el trabajo artesano de Banda han aportado un texto lírico que fraterniza con la autobiografía, la crónica, el ensayo y el treno, entre otros, para entretejer de forma magistral obras provenientes tanto de la tradición cultural de Occidente, como de nuestros contemporáneos. La elegancia de su estilo, ritmo y pathos, impregnan una narración capaz de conmover al lector más exigente, y lo obligan a su vez a recordar esos años de fragilidad y miedo, hasta el punto en que, como dice el autor: a veces no sabemos quién vivió los hechos y quién los recuerda.
El próximo jueves 22 de febrero, Francisco López Cano, el autor y yo tendremos el gusto de presentar y conversar alrededor de esta reflexión sobre la familia, la enfermedad y los acercamientos a la muerte a lo largo de nuestra vida. La cita es en la librería Emma Godoy del Fondo de Cultura en Irapuato a las 7:00pm. La dirección Prol. Av. Guerrero 2955, Col. Las Plazas. La entrada es gratuita, además de que la charla estará aderezada con algunas tapas y vino. Allá nos vemos.
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