En 1950 el matemático británico Alan Turing publicó el artículo: “Computing Machinery and Intelligence” que inicia con la pregunta: ¿Pueden las máquinas pensar? Sin embargo, dado “pensar” es difícil de definir, Turing decidió cambiar la pregunta inicial por otra que él consideraba muy relacionada.
Para hacer esto propuso lo que llamó el “juego de la imitación” que consiste en la capacidad de una máquina para mostrar comportamiento inteligente o comportamiento que sea indistinguible del comportamiento inteligente humano.
La nueva pregunta de Turing por tanto fue: ¿Existen computadoras digitales que puedan con éxito participar en el juego de imitación? El “juego de imitación” posteriormente fue conocido como “Prueba de Turing” en donde una máquina y un humano están en contacto a través de una pantalla y un teclado, si el participante humano no es capaz de distinguir entre un humano y una máquina entonces decimos que la máquina ha pasado el examen.
Es muy importante subrayar que el resultado no depende de la capacidad de la máquina para proporcionar respuestas correctas a las preguntas sino solo sobre qué tan cercanamente las respuestas de la máquina son semejantes a las que daría un humano.
La prueba de Turing es un examen sobre la capacidad de una máquina para parecer indistinguible de un humano.
Es claro que actualmente la prueba de Turing es aprobada por la mayoría de los sistemas computacionales avanzados interaccionando no solo a través de un teclado y una pantalla sino incluso a través de una conversación usando voz producida por inteligencia artificial.
Recientemente la compañía Microsoft desarrolló un “Asistente de oficina de GTP” que realiza de modo inteligente todas las funciones que se espera de un asistente humano en una oficina.
También, recientemente China y los países europeos produjeron un conjunto de “recomendaciones sobre inteligencia artificial (IA)” para que los humanos siempre sepamos si estamos interaccionando con un programa de IA o con un ser humano.
Vale subrayar que tanto el programa de Microsoft mencionado como las propuestas de legislación China y europea son evidencia clara de que actualmente los humanos podemos fácilmente ser engañados por programas de IA haciéndonos creer erróneamente que estamos tratando con un ser humano. La prueba de Turing es aprobada por todo sistema computacional de IA moderno.
De modo similar a la prueba de Turing anteriormente descrita, en la cual no se proporciona una definición abstracta de “inteligencia”, sino que en su lugar se propone aceptar el concepto de inteligencia como resultado del comportamiento humano, recientemente se planteó la propuesta de considerar el concepto de “consciencia” no a partir de una definición abstracta, sino como resultado del comportamiento entre humanos (Ver: Vicente Aboites, “Physicalism: A Hypothetical Future”, Open Journal of Philosophy, Vol.14 No.1, February 23, 2024, DOI: 10.4236/ojpp.2024.141013).
Por tanto, de modo semejante al proceder de Turing, en lugar de tratar de responder a la pregunta: ¿Qué es la consciencia?, se propone en su lugar considerar la pregunta: ¿Pueden las máquinas artificiales inteligentes imitar el comportamiento de un ser con consciencia? O, ¿Pueden las máquinas imitar un comportamiento que los seres humanos aceptaríamos como consciente?
Para esto pensemos en un ser (que podría ser humano, o ser artificial como un robot biomecánico inteligente) que no sabe que es observado por nosotros y que es físicamente indistinguible de un ser humano, el cual se encuentra encerrado en una habitación.
Los observadores externos a la habitación ¿cómo sabríamos si se trata de un ser consciente o no? La única forma de responder a esta pregunta es observando el comportamiento de ese ente.
Después de algunas horas o días ese ente podría mostrar signos de desesperación debido al estado de soledad en que se encuentra y podría empezar a llorar o a gritar pidiendo ayuda, o -si tiene papel y pluma a su disposición- podría escribir unas palabras a sus seres queridos o a escribir un poema sobre la soledad en que se encuentra, entre mil otras posibilidades, o podría intentar suicidarse, y posiblemente lograrlo.
Lo más importante para esta discusión es que tratándose de un ente artificial todo lo que ese ente haga o no haga es simplemente el resultado del programa de inteligencia artificial del cual está dotado.
Ese programa tiene como función imitar el comportamiento de un ser consciente. Este programa puede estar tan bien diseñado que fácilmente podrá engañar a los seres humanos que se encuentran como observadores externos, haciéndoles creer que el ente encerrado en esa habitación es un ser humano consciente.
Una segunda prueba consistiría en colocar en esa misma habitación a un ente (humano o artificial, no sabemos) junto con un grupo de seres humanos que desconocen su identidad real.
Después de un tiempo podrán establecerse lazos de amistad o solidaridad entre todos los miembros de esa comunidad en confinamiento. Todo posible comportamiento en esas condiciones es imaginable incluyendo amor, amistad, odio, peleas, llanto, etc., si alguno de los miembros de esa comunidad fallece podremos también encontrar estados de profunda tristeza y llanto entre los sobrevivientes.
Lo más importante es que todo lo que haga el ente artificial que convive con esa comunidad humana será indistinguible de lo que hagan los miembros humanos pues así fue programado el sistema de inteligencia artificial de ese ente.
Lo anterior nos lleva a lo que llamaremos “la trampa de Platón”. Como sabemos en sus diálogos Platón discute muchos temas como la amistad, la justicia, el amor, la belleza, etc.
Sin embargo, Platón se abstiene de proporcionar definiciones abstractas a esos términos.
Cuidadosamente distinguirá, por ejemplo, un objeto bello o un acto justo de lo que es la belleza o la justicia. De modo semejante al preguntar ¿Qué es la consciencia? aplicando la trampa de Platón, se debe evitar buscar una definición abstracta general de conciencia, sino solamente discutir si alguien o algo (como un ente artificial) muestra un comportamiento que los seres humanos aceptaríamos como el de un ser consciente.