Xóchitl Gálvez se equivocó metiendo a sus hijos en la campaña. El video de los desplantes de su hijo Juan Pablo tras una borrachera en Polanco hace un año no hubiera tenido la relevancia que tiene si ella no lo hubiera vuelto “cancha reglamentaria” para el escrutinio público: el hijo es mayor de edad (tiene 26 años), ocupaba hasta ayer un cargo directivo en la campaña presidencial y esa, como todas las campañas, está financiada con dinero público. Puso a su hijo en una posición vulnerable y se puso vulnerable ella.

La filtración del penoso video tiene varios efectos inmediatos que favorecen al cuartel de Sheinbaum:

1.- Refuerza en el electorado la caricatura que el presidente ha hecho de la oposición: un grupo de ricos abusivos que quieren mantener sus privilegios.

2.- Recuerda a una clase media trabajadora -a la que Xóchitl está urgida en conquistar- por qué votaron por AMLO: por el fin de ese clasismo, racismo, discriminación, ese reino de los ricos, etc. Y así diluye el costo político de lo que han enfrentado este sexenio: escasez de medicinas, inseguridad récord.

3.- Intenta “emparejar la cancha” en lo que tiene que ver con escándalos de los hijos, que estaban claramente resultando cada vez más costosos para el presidente.

4.- Y merma a Xóchitl Gálvez de cara al debate. A fin de cuentas es la mamá del joven que hace el desfiguro. Claro que le pega en el ánimo de cara al debate del domingo, un debate al que por cierto se ve que Sheinbaum le tiene pánico. Jugueteó con la idea de no ir, impugnó a la institución académica que recolectó las preguntas de redes sociales, impugnó al único moderador que no escogió ella, pero que ya había aceptado, impugnó que las preguntas las vayan a seleccionar los moderadores y ahora este video.

5.- Pone a la candidata opositora a la defensiva, cuando tendría que estar a la ofensiva.

De cara a la contienda presidencial del 2024 hoy se debate qué hijos se han portado peor. Si los de la candidata opositora o los del candidato del oficialismo (el presidente, pues, pero todo mundo sabe que la campaña es él, y Claudia Sheinbaum sólo llena el espacio en blanco del trámite burocrático).

¿Qué es peor, la corrupción de los hijos de AMLO o el clasismo del hijo de Xóchitl? ¿La impunidad de los juniors del obradorato o el machismo prepotente del junior opositor? ¿Preocupa más lo que podría llegar a hacer el hijo de Xóchitl si su mamá es presidenta o lo que ya hicieron los hijos de AMLO con su papá en la Presidencia? ¿Cómo se comparan el hijo que ante un video borracho da la cara, se disculpa y renuncia a la campaña, y los hijos que guardan silencio tras ver exhibidas sus casas de lujo y los contratos que canalizaron a sus íntimos amigos para volverlos multimillonarios? ¿Vale más la mamá que obliga a su hijo a enfrentar las consecuencias o el papá que encubre las trapacerías de sus muchachos?

Porque este video puede tener dos efectos búmeran.

El primero es que la estrategia del obradorato había sido minimizar la conversación sobre los hijos de AMLO. Ahora hasta los voceros del oficialismo le entran al debate de las comparaciones. Y en la competencia de juniors, la triada de Andy, Bobby y José Ramón López Beltrán llevan veinte años ejerciendo de mirreyes al amparo del papá. Una cosa es una noche de borrachera, y otra cosa es la casa gris con alberca de 23 metros y los contratos multimillonarios de El Clan en medicinas, Dos Bocas y el Tren Maya.

El segundo búmeran es que el video tiene un aroma de guerra sucia y abre una puerta peligrosa: ¿cuántos videos de cuántos hijos enfiestando a lo grande empezarán a circular? Porque todo mundo sabe historias.

 

Saciamorbos

 

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