En “El pozo de los mil demonios”, una obra pilar del teatro infantil en México, se relata cómo durante una noche febril y de malos sueños, la pequeña Jacinta, protagonista del cuento, habrá de sortear multitud de obstáculos para recuperar el agua de su cántaro que ha sido sustraído por el Demonio de la Sequía, quien busca marchitar toda la tierra. Si la niña recupera su cántaro, podrá hacer que la lluvia regrese y así también podrá despertar de esa pesadilla.
Pues bien, en los últimos tiempos pareciera que nos estamos sumergiendo en una pesadilla similar, ya que cada vez es más frecuente que más personas no tengan acceso a agua limpia y segura, lo que condiciona de manera sustantiva la manutención de la salud poblacional.
No está de más recordar que el agua es esencial para la hidratación, condición necesaria para mantener las funciones básicas del cuerpo humano. La deshidratación puede conducir a varios problemas de salud que van desde sensación de fatiga o dolor de cabeza, hasta condiciones más severas si esta no se resuelve. El agua es imprescindible para mantener prácticas sanitarias e higiénicas efectivas y tener acceso a agua potable permite a las personas lavarse las manos, asearse y limpiar su entorno, lo que conlleva a disminuir el riesgo de infecciones o enfermedades que se transmiten por agua contaminada, como el cólera, disentería o tifoidea, reduciendo la mortalidad como consecuencia.
El agua es fundamental para la producción de alimentos y agricultura. El acceso al agua para irrigación asegura la producción de cosechas robustas, contribuyendo a la seguridad alimentaria y la adecuada nutrición de las poblaciones. Asimismo, el desarrollo industrial y económico tiene como pilar el acceso a este líquido, incluyendo procesos de manufactura, energía y transporte. Tener recursos acuíferos permite el desarrollo y la mejora en general de los estándares de vida de los ciudadanos.
El agua limpia mantiene ecosistemas sanos y colabora en sostener la biodiversidad manteniendo hábitats para diversas especies, lo que se asocia a un balance ambiental y un ecosistema funcional. Es decir, el acceso a agua limpia y segura es fundamental para promover y mantener la salud de las poblaciones, mejorar la calidad de vida y contribuir al desarrollo sostenible.
Por ello, en nuestro país deberán afrontarse desafíos sustantivos, como la distribución inequitativa de los recursos hídricos, donde en multitud de regiones se mantiene una escasez y limitación importantes, mientras que en otros sitios se desperdicia incluso. La infraestructura para procesamiento, potabilización y distribución del agua en nuestro país se ha vuelto vieja y el mantenimiento de las redes no es eficiente. Hay un problema generalizado de fugas y contaminación cruzada en varios puntos del sistema. Además de la limitación en el acceso, la calidad del agua es cada vez peor, lo anterior relacionado con la contaminación por desechos (en especial los industriales), con una capacidad limitada de acciones en contra de quienes realizan estas actividades que ponen en riesgo a este preciado recurso.
Es notorio que la sequía y la limitación al acceso a recursos hídricos se han agudizado y, por lo tanto, este asunto deberá considerarse prioritario, destinando recursos para infraestructura, políticas específicas de contención frente a la escasez y medidas de conservación que tengan una coordinación robusta, atendiendo a recomendaciones de expertos y priorizando el bienestar de los ciudadanos.
Como sociedad civil, habremos de involucrarnos, puesto que jugamos un rol crucial para que iniciativas sensatas lleguen a buenos resultados. Como en otros temas, participemos de manera activa y exijamos lo propio. Es tiempo.

Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre

 

RAA
   

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