Por allá en el inicio del Calderonato, escribía Raúl Parra su poema Para el puto asesino Molinar Horcasitas:
Los políticos mexicanos
son unos acéfalos gusanos
con más manos
que sus ciempiés.
Recordatorio adecuado de lo visto en los últimos años de campañas, además de anticipo de lo que veremos en lo poco que queda. Ningún lugar parece seguro para la tormenta de fango que nos envuelve, todo lo abarca la política, que no sería malo si la mayoría de las veces no nos tocara la peor versión de ella. En pugna dos enemigos acérrimos con posturas que perfectamente podrían reconocerse y encontrar puntos de acuerdo para construir un país más digno.
En medio de la polarización, las opciones verdaderamente ciudadanas o independientes han sido aplastadas por la maquinaria partidista o se han adscrito a sus marcas para poder competir en un sistema que, en lugar de haberse abierto a nuevas alternativas, parece cada vez más cerrado. Incluso en los niveles municipales, donde de forma natural aparecían propuestas legítimas de ciudadanos, la partidocracia ha absorbido cualquier asomo de disidencia respecto a los grandes bandos en contienda: PRIAN o Morena. Y aunque exista en apariencia una agrupación como Movimiento Ciudadano, cuyo nombre predica apertura, su funcionamiento emula más a una franquicia comercial que a un catch-all party.
La máscara ciudadana es atractiva y puede ser eficaz, si en realidad sus fundamentos buscan alejarse de los vicios de la politiquería tradicional. Pero lo falaz salta a la luz muy pronto, como el intento del PRI de lavarse la cara a través de José Antonio Meade como candidato en 2018, o la elección de Xóchitl Gálvez como una “candidata ciudadana” que se presentó en el primer debate como “una mujer que nunca he militado en ningún partido político y no militaré”. Mientras en el segundo aceptó en las primeras de cambio que era “la candidata del PAN, del PRI y del PRD”.
Y así, propuestas en apariencia ciudadana, como la de “marchar por la democracia” el próximo 19 de mayo, estarán viciadas de forma y fondo al convertirse en plataformas para la promoción del voto de Gálvez por la presidencia y Taboada por la jefatura de gobierno de CDMX. ¿En qué han terminado las opciones independientes o ciudadanas? Veamos otros ejemplos.
Pedro Kumamoto, quizás uno de los fenómenos recientes más auténticos, electo en 2015 como el primer diputado local independiente en Zapopan, Jalisco, podría convertirse este 2024 en el presidente municipal de su ciudad bajo la franquicia de Morena. ¿Hubiera logrado esa posición de haberse mantenido en la vía independiente? Es muy probable que no.
Y casos tenemos también a escala local. En Irapuato, hace tres años, Víctor Saavedra se presentó como independiente a la presidencia municipal; con sus más de 10.000 votos obtuvo una regiduría, en cabeza de Aracely Raquel Beltrán. La independencia le duró unas semanas, pues ella no tuvo empacho en unirse al PAN incluso antes de que comenzara la administración de Lorena Alfaro… En esta elección, tras abandonar la dirección técnica del equipo Petroleros de Salamanca, Saavedra regresa con el patrocinio del PT. ¿Podría alguien dudar de su autenticidad y buenas intenciones?
La pregunta clave: ¿son los candidatos o es el sistema? Creo que hay de ambos, y también que ante la dificultad legal de crear nuevos partidos, la falaz obligación del estado de financiarlos económicamente, y el encono de los discursos de los grandes grupos en disputa, las opciones ciudadanas seguirán enterradas por un buen tiempo. A esto podría sumar que México también sufre de un fenómeno global: la apatía de los jóvenes para votar y participar como candidatos. Pero eso puede ser tema para otra columna.
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