Hace unos meses, a propósito de la autoficción Esquemas para construir una ventana de José Antonio Banda (La Rana, 2023) (Guía 524; Tachas 549) celebraba la pulsión universal de sus páginas, sobre la base de una poética que entreteje clásicos y literatura contemporánea con las experiencias familiares alrededor de la enfermedad y el duelo. Unos meses después, me sorprendió encontrar entre las novedades de la Feria del Libro de Irapuato, Un marco para Gaugin, colección de cuentos de la misma editorial y parte de la colección del Fondo para las Letras Guanajuatenses, que comparte un interés similar: insertar el Irapuato de Fernanda Ontiveros dentro de una constelación multicultural e internacional de anécdotas donde son frecuentes también los desdoblamientos autobiográficos.

Soy consciente que los tonos difieren y que las categorías literarias no los emparentan de manera directa, además de que una brecha generacional separa a sus autores y, sin embargo, me parece que ambos abrevan del mismo afán universalista o cosmopolita. 

Mientras Banda desde su espacio de reclusión en el antiguo ejido de San Juan de Retana cita a Ovidio o a Szymborska, Fernanda Ontiveros nos traslada desde un convento de monjas muy irapuatense a una planta infestada de osos en Rumania, para regresarnos a la historia migrante del influencer de Huanímaro y luego trasladarnos a los bajos fondos de Baviera donde maleantes y críticos falsifican cuadros de grandes maestros de la pintura mientras conversan con un castellano propio del Bajío. 

Cada historia en este ejemplar es una sorpresa, un viaje, una mirada inquieta o mordaz a las contradicciones de la vida cuyo detonante, como en los cuentos de Annie Ernaux, puede ser un logotipo sobre el empaque de unos churros o una visita al Costco. La capacidad de Ontiveros se manifiesta no sólo en el uso del encuadre justo para lograr instantáneas irónicas, como resucitar con un corte gastronómico al gran mariscal Wellington en Mi mayor legado; o nostálgicas, en Después de Milford Sound, donde un estudiante regresa a su pueblo de tercer mundo tras estudiar años en el primero; también explora distopías abrumadoras como la de Felicidad reprimida, en el futuro no tan lejano que podríamos vivir sin agua potable.

Un libro tan irapuatense como ciudadano del mundo para celebrar las posibilidades del cuento breve y su poder de reflexión en todas las acepciones de la palabra.

Comentarios, a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *