Bajo un árbol, en el ejido La sandía, a unos cincuenta metros de donde sus padres recogían tomatillo, se sentó el niño de tres años Javier Modesto. Su mamá, que aún lo amamantaba, le pidió en lengua mixteca no alejarse en lo que terminaban la faena.

A principios de mayo, la familia Modesto Moreno llegó a León desde la comunidad Joya Real, del municipio de Cochoapa el Grande, en la región de La Montaña del estado de Guerrero, un poblado tan recóndito en las montañas de Guerrero que apenas figura en los mapas virtuales de internet.

Padre y madre se empleaban de forma ocasional en el campo guanajuatense que contrata mano de obra barata en las épocas de cosecha. Esa tarde del 15 mayo fue la última vez que vieron a Javier. Al regresar y no encontrar rastros del niño acudieron a las autoridades de Romita y comenzó el calvario para hacerse entender y que las autoridades iniciaran la búsqueda.

Las familias indígenas “como sabemos siempre son muy vulnerables porque las autoridades no [las] toman en cuenta la mayoría de las veces… por sus rasgos sociales, por la forma en que hablan también. Los familiares realizaron el reporte a la Policía de Romita, sin tener una respuesta pronta y adecuada de esta situación”. Comentó una activista del Centro de Desarrollo Indígena Loyola.

Cambio el escenario: a unos cincuenta kilómetros de la zona, se encuentra el residencial San Antonio de Ayala, donde habita un grupo de familias japonesas cuyas cabezas trabajan en la industria automotriz cercana a Irapuato. Todas las mañanas, a eso de las 7:30, inicia el ritual de despedida de los niños que salen hacia su escuela. Poco más de una docena de infantes, se reúne en un parque infantil para subirse a una camioneta de transporte escolar, que abandona el fraccionamiento escoltada por una flamante patrulla de las FSPE. Para el resto de los irapuatenses que llevan a sus hijos a la misma hora a sus escuelas no hay acompañamiento policial.

23 de mayo 2024, ante la falta de resultados en la búsqueda y las quejas por la actuación en un principio poco diligente de las autoridades locales y estatales, la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas expresó su preocupación ante la desaparición de Javier Modesto: “Pese a las medidas adoptadas, sigue sin saberse su paradero. Instamos a las autoridades a redoblar esfuerzos.” Para entonces se había peinado la zona, incluso un estanque de agua que se encontraba a unos 200 metros del árbol donde se le había dejado. Nada.

Justo al día siguiente del comunicado, tras casi diez días de la desaparición, se encontraron los restos de un niño. Las autoridades presumen que fue atropellado. Mientras se somete a exámenes forenses para identificarlo plenamente, los colectivos piden que continúe la búsqueda. Sabemos cuánto tardan esas identificaciones y sospechamos también el trato que tendrá la carpeta de investigación correspondiente.

En el valle de la mentefactura, en el de la industria automotriz apapachada y sobreprotegida, las palabras de un locutor radial de Guerrero sobre lo vivido por la familia Modesto Moreno condensan las desigualdades: “Son empleados de una semana y en esos lugares no hay dónde puedan dormir, incluso tener un lugar digno para descansar, es donde se vulnera más esta situación de los derechos laborales de los jornaleros”.

Este es el Guanajuato que convierte la seguridad en un asunto exclusivo para los inversores extranjeros. En el otro extremo, el maltrato a los indígenas y jornaleros. Por eso pueden asesinar a una banda de músicos locales a unos metros de la planta de Honda en Celaya y no pasa nada. Por eso no importan las fosas clandestinas o las buscadoras. Aún no sabemos nada del paradero de Lorenza Cano Flores a cuatro meses de su desaparición, tampoco de los asesinos de su esposo e hijo. 

¿Recuerdan al exgobernador Miguel Márquez Márquez? Durante su sexenio contemplamos el ascenso del cartel Santa Rosa de Lima y la omnipotencia fiscal Carlos Zamarripa: ahora pide nuestro voto para tener fuero como senador por Guanajuato… Y seguramente obtendrá esa curul. 

No sólo son los mismos; nos ofrecen un nuevo comienzo.

Comentarios mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

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