La discusión sobre las explicaciones posibles de la debacle opositora y de la victoria aplastante del oficialismo va a durar una eternidad. Primero, porque las razones abundan. Segundo, porque hacen falta datos, que aún no llegan, y comenzarán a aparecer en los días y semanas que vienen. Y tercero, porque hay algo en juego: no se trata de un simple ejercicio académico.

Resultaría absurdo buscar una única razón que explique todo. Por definición, nos hallamos ante un proceso sobredeterminado, como diría mi viejo maestro Althusser. Como nunca sobra espacio para escribir todo, me limito en esta entrega a una explicación del lado del oficialismo, es decir, de las políticas reales del gobierno de López Obrador. La semana siguiente hablaré de los múltiples errores de la oposición que contribuyeron a su derrota estrepitosa.

El primer punto de mi razonamiento no tiene nada de novedoso. Pienso que el factor principal que motivó a la gente a votar abrumadoramente por la continuidad de un proyecto que arrojó en general resultados desastrosos fue el dinero en el bolsillo. No sostengo que el electorado se dejó comprar, ni que operó un fenómeno clientelar a la antigüita. Como en todos los países del mundo, salvo bajo circunstancias excepcionales, la gente vota con el “portefeuille” según los franceses, o con su “wallet”, de acuerdo con los anglosajones. No es menospreciar a la gente afirmar que si bien los servicios públicos —educación, salud, seguridad, vivienda— que les ofreció el Estado bajo Morena fueron más abominables que antes, a diferencia de antes tuvieron dinero en el bolsillo. Hasta aquí nada muy nuevo.

Los otros factores de incremento del ingreso disponibles son fundamentales. Me refiero al alza del salario mínimo, del salario promedio, y en menor medida a las remesas. El salario mínimo subió 116% en términos reales durante los primeros cinco años del sexenio. El salario promedio de los derechohabientes del IMSS pasó de 445 pesos diarios constantes en 2019, a 495 pesos en 2023. 

Lo menos trillado viene aquí. ¿Cómo es que López Obrador pudo darle tanto dinero a tanta gente, y presenciar aumentos de los salarios, sin que se reventara el equilibrio de las cuentas fiscales, y/o se disparara la inflación? ¿Por qué no lo hicieron sus predecesores, si era tan fácil? La respuesta es sorprendentemente sencilla: él pudo, justamente gracias al hecho de que sus predecesores no lo hicieron. Me explico.

Según una gráfica de Luis F. Munguía, el alza acumulada del salario mínimo durante el sexenio de Fox fue de 3.2%; de Calderón, 0.5%; de Peña Nieto 13.8%. En otras palabras, López Obrador pudo duplicar el salario mínimo sin inflación y sin quebrar a las empresas porque ese salario era un salario de mierda, miserable. 

Lo mismo sucede con los programas sociales. El estipendio para los adultos mayores, por mes, y antes de los incrementos de 2024, era de 1600 pesos. En términos macro, no es mucho, porque el monto no es mucho. 

De nuevo, en otras palabras, López Obrador pudo entregar dinero a carretadas porque era poco dinero per se, pero mucho para los destinatarios. Por la misma razón: el ingreso anterior era tan bajo, que cualquier incremento resultaba fenomenal para las familias. 

Muchos de mis colegas sostienen que todo esto puede ser cierto, pero que lo importante reside en la llamada “narrativa”. Que sin el rollo obradorista de ver al pueblo, hablarle al pueblo, escuchar al pueblo y entender al pueblo, las cifras no hubieran alcanzado para desembocar en el carro completo. Es una muy vieja discusión, por lo menos desde La Ideología Alemana de Marx. Yo soy un marxista vulgar, y creo en el predominio de lo económico. O, en términos más mexicanos, cartera mata rollo.  

 

* Excanciller de México

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