Los resultados electorales del 2 de junio fueron catastróficos para la oposición. La coalición del PRI, PAN, PRD y cúpulas empresariales, “Fuerza y Corazón por México”, quedó cataléptica, rumiando su insignificante existencia y cuestionándose ser o no ser. Los votos no solo se deben contar, también interpretar. Claudia obtuvo más votos que AMLO, casi 20 millones más que Xóchitl y 30 millones más que Máynez.
Hasta las clases sociales alta y media, que la derecha presumía como de su propiedad, le dieron la espalda a la coalición. No podía ser de otra manera. La estrategia de Claudio X fue un fracaso; al arrejuntar al PRI, PAN y PRD, los negativos se potencializaron y dio como resultado un híbrido infértil, como una mula; y, ni qué decir de los líderes que la integraban, eran impresentables, porque el elector no sabía quién era el menos malo. Así, no alcanzaron siquiera la suma de los votos duros de cada partido.
Pero, hablando del PAN, nadie puede darse por sorprendido: desde el 2018, ya había alertas; los síntomas de descomposición ideológica, corrupción y soberbia eran manifiestos en sus círculos rojos y grupos de interés. Tenía razón Dante: “No nos subimos al Titanic porque se va a hundir”. El partido conservador había dejado de ser un instituto que funcionaba con apego a normas y reglamentos. La tradición de debatir se sustituyó por los intereses de los grupos de poder y el dedazo de gobernadores. Se amordazó al disidente, la justicia interna dejó de existir para usarse como ariete político, de exclusión, y mataron la democracia interna; también, se apostó por el miedo cuando el País quería abrazar una esperanza.
El exgobernador Juan Carlos Romero, un hombre honesto y excelente político, opinó que “el PAN está en riesgo de perder su alma, su cuerpo y, la ciudadanía, la gran fuerza política”. A la vez, trece exgobernadores exigen un profundo cambio en el PAN: “Cambia o muere, así no nos quieren”. Los ciudadanos le gritaron fuerte: “cambias o te vas”. Por su parte, Max Cortázar, excoordinador de la campaña de Xóchitl y cerebro de la campaña del miedo y el lodo, confesó que las cosas están muy mal en el PAN y pidió la renuncia inmediata de Markito Cortés, un enano en la política. Y, también, Xóchitl acabó mentándole la madre al de marras y culpando a los partidos. Las derrotas son huérfanas, no tienen madre, ya empezaron a cobrar agravios y repartir culpas…
Así las cosas, los partidos se sienten impotentes, porque no logran conectar con el México profundo, lo cual les genera una espasmódica cólera incontrolable; además, la estrategia go negative, de golpear y denostar permanentemente a Claudia y al actual gobierno, no les dio retribución alguna, cosa que nunca entendieron. El costo es muy alto: el PRI, PAN y PRD perdieron total identidad, porque fueron mangoneados por Claudio X para hacer su collage de saldos descoloridos, que el elector despreció, mientras Claudia crecía. Tampoco hubo una mea culpa por el infausto pasado de los partidos de oposición. A lo más que llegó el desvergonzado trío de vividores fue a decir que “ya no eran los mismos, porque ya no somos como antes”. Se ocuparon más de sus senadurías y curules pluris de sus círculos rojos, y abandonaron a Xóchitl cuando deberían de haber sido verdaderos gestores de esperanza. Los estratos más desprotegidos quieren alternativas, mensajes cargados de optimismo; las denostaciones son palabras al viento que no les resuelven nada.
Por desgracia, el PAN no se bajó del avión, fijó la mirada hacia arriba, para contemplar a los Claudios X, y olvidó mirar hacia abajo, a ras de tierra. Así mismo, creyó que dándoles palmaditas en la espalda a los presidentes locales de cámaras era suficiente, pero se olvidó del México profundo. En otro tenor, mientras los Claudios X departían disfrutando un whisky Macallan de 18 años, pensaban que fuera de ahí todos coincidían con sus conclusiones de sobremesa, sin reflexionar que existe otro México, el profundo, el eternamente ignorado, agraviado por las injusticias sociales y realidades distintas de la plutocracia.
Las preocupaciones del pueblo son urgencias que, a lo largo del tiempo, los gobiernos y partidos no han logrado entender, ni mucho menos atender. Así, dejaron libre el camino para que AMLO llegara a la silla presidencial. Este recorrió cada rincón de México, se sentó a escuchar las sobremesas del México profundo, supo de sus sueños, angustias e ilusiones, y tuvo palabras para conectar con esos olvidados y generarles esperanza.
Después de estas elecciones, quedó muy claro que fuera de las sobremesas con whisky Macallan, existen otras sobremesas, como la del mesero que sirvió el whisky, el valet que estacionó el lujoso auto de alta gama y muchos otros más que viven realidades distintas en su día a día. México es un país de contrastes, no somos un país de pensamiento único; así es la democracia. Pero recuerde que es urgente conjugar, entender y atender las diferentes realidades. Es un imperativo mirar al México profundo.
LALC