Es necesario ser claros y contundentes: en las ciencias médicas, no puedes saber algo que no te enseñaron o que no estudiaste.
La transfusión de sangre y sus componentes (glóbulos rojos, plaquetas, plasma o crioprecipitados) son elementos terapéuticos fundamentales para tratar multitud de condiciones agudas o crónicas. Una transfusión indicada y administrada en el momento adecuado literalmente tiene la capacidad de salvar una vida o mejorar de manera sustantiva la condición clínica de un paciente. Recordemos también que la cadena transfusional (ese camino que abarca desde la vena del donador al receptor) incluye multitud de actividades de alta complejidad del staff médico y paramédico de alta especialización.
Sin embargo, a pesar de su importancia, hay varios estudios que hacen visible una realidad preocupante: la falta de conocimiento y utilización eficaz y eficiente de la sangre y sus componentes por parte de los médicos. Esto preocupa, puesto que se pone en riesgo la seguridad del paciente y se compromete la calidad de la atención médica.
La evidencia apunta a que multitud de clínicos que aplican terapias transfusionales carecen de un entrenamiento adecuado en medicina transfusional. Se reconoce en la literatura científica que un número sustancial de doctores no están familiarizados con las guías transfusionales, no tienen presentes las complicaciones potenciales y no conocen siquiera las características, funcionalidad y aplicaciones clínicas de la sangre y sus componentes. Estas brechas en conocimiento tienen consecuencias importantes, puesto que se traducen en prácticas transfusionales inapropiadas, incremento en reacciones transfusionales y un desperdicio de este recurso tan valioso como es la sangre.
Una de las causas primordiales de esta deficiencia es la poca o nula atención en los currículos universitarios o de posgrados médicos respecto a la medicina transfusional. Los estudiantes (de pregrado o residentes) tienen una exposición limitada a estos temas y suelen aprender “de lo que me dijo el adscrito o mi médico de mayor grado”, sin atender a una educación formal y a fondo sobre estos temas. La aplicación de la terapia transfusional, con toda responsabilidad en la emisión del comentario, es más por “tradición” que basada en evidencia sólida.
Fracasos terapéuticos, sobrecargas circulatorias, afectación pulmonar, reacciones alérgicas, infecciones y complicaciones inmunológicas se desprenden de terapias transfusionales incorrectas, inadecuadas o a destiempo. Estos eventos adversos son pobremente identificados también (porque no se reconocen por el clínico), impactando los sistemas sanitarios con estancias prolongadas, complicaciones y dilapidación de recursos económicos para instituciones y pacientes.
Es por esta realidad (silenciosa, pero presente) que se requiere un golpe de timón para educar en medicina transfusional a todo el personal clínico relacionado. Esto incluye, entre otras cosas, módulos educativos de inmunohematología básica, indicaciones de transfusión, reacciones adversas, modos de administración e impacto clínico, que deben llevarse a cabo desde la licenciatura y mantenerse en los hospitales, clínicas o centros de atención donde se lleven a cabo transfusiones. La integración de médicos, enfermería y personal de laboratorio de bancos de sangre o servicios de transfusión es otro reto a cumplir, siendo estos últimos un baluarte para guiar a aquellos que no tienen una formación específica en terapéutica transfusional.
Los comités de medicina transfusional, la emisión de guías hospitalarias, estudios de casos y retroalimentación deberán ser la constante en los ambientes hospitalarios. Para ello, se requiere la participación de todos, con la voluntad y humildad correspondientes. Las autoridades sanitarias también deben estar al pendiente y emitir políticas públicas y recomendaciones para transformar esta realidad.
Se dice y no pasa nada: gran parte de los médicos no saben transfundir, pero esto puede resolverse. Como en otros asuntos de salud, la educación, entrenamiento, sensibilización, financiamiento, monitorización y evaluación pueden establecer prácticas terapéuticas más seguras, mejorar la atención de los pacientes y ayudar a pulir los sistemas de salud. Es imperativo como profesionales sanitarios reconocer esta realidad y ponernos a trabajar. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre
RAA