Hace poco más de diez años, escribí una crónica alrededor de Juan José Hernández, el irapuatense encargado del manejo de la fuente danzarina que todavía alegra el corazón de la ciudad en la plaza Hidalgo. Hombre sencillo y dedicado, habló de los inconvenientes que había tenido al iniciar en el encargo: el proveedor de la fuente no le había entregado planos, ni siquiera un manual de mantenimiento.
“Te doy ocho, a lo mucho quince días, antes de que empieces a llamarnos a pedir servicio”, le dijo con descaro al despedirse. Se metieron con la persona equivocada, Hernández, que nunca quiso posar para una foto del reportaje, declaró: “Los proveedores me odian, porque no los he llamado nunca, es más, sé que hay piezas que ellos venden muy caras y yo las consigo por otra parte, las mismas, pero a mejores precios, casi a la mitad. No les sale el negocio conmigo”. No he revisado si Juan José sigue con el mantenimiento, pero la fuente de Irapuato ha funcionado de manera ininterrumpida a pesar de los pesares. Para nadie es un secreto que este tipo de obras públicas son también una “fuente” de recursos para quienes desean tranzar al erario. Una de las pocas atracciones del Parque del Bicentenario, como contracara de la irapuatense, da fe de ello.
El pasado viernes, AM diario publicó un reportaje sobre el desmantelamiento de la fuente monumental de uno de los peores proyectos guanajuatenses de las últimas décadas: el Parque del Bicentenario, se destinaron 1.900 millones de pesos de 2010 a su construcción, de los cuales 25 millones fueron para la fuente, inscrita en una macroplaza que costó 202 millones más.
Por entonces, en el sexenio de Juan Manuel Oliva, el dinero sobraba, Guanajuato era consentido por el gobierno federal, los guanajuatenses todavía se sentían seguros, además llovía de manera puntual y con generosidad en la mayor parte del estado. Nadie pensaba en repartir tarjetas rosas, ni que el procurador de Oliva, Carlos Zamarripa, duraría más de quince años en su puesto. Así que era un buen momento para derrochar dinero y agua, en un parque sin vegetación, con una desmesurada fuente de ornato.
Y aquella danza de aguas y pesos concluyó con el estrés hídrico de este año y, como suelen cubrirse los errores de los arquitectos del estado, bajo una capa de concreto. Como si explanadas faltaran en ese monstruo de hormigón. ¿Cuándo pensarán en un espacio donde los guanajuatenses puedan aprender a convivir en armonía con su entorno? ¿Cuándo en reforestar el parque y sus alrededores? ¿Aún no se dan cuenta que el Bicentenario es en sí mismo una isla de calor?
En el mismo diario, junto a esta nota de la fuente, unas declaraciones del Consejo Coordinador Empresarial de León, tan aguerrido valedor del PRIAN y organizador de debates con preguntas tendenciosas. Tras los resultados de las elecciones, ahora le piden a Libia Denisse García, que la Federación “nos voltee a ver” y no nos deje por fuera de los planes estratégicos hídricos, de movilidad industrial y turística…
Los tiempos cambian, parece que ya no somos los consentidos, sino los apestados. Se secó la fuente, Zamarripa sigue allí y si llegara a irse se llevará prestaciones complementarias (becas educativas, apoyos para gastos médicos, funerarios, y seguro de vida), además de una pensión de por vida con valor, según el diario El País, de unos 7.800 dólares mensuales.
Ya ni llorar es bueno, no queda más que volver a pensar en qué dirección queremos avanzar y rediseñar nuestros objetivos para enfrentar los retos climáticos y ambientales que tenemos enfrente, la fuente de Irapuato es una muestra de que con la gente y actitud correcta sí se puede.
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