López Obrador no quiere dejar gobernar a Claudia Sheinbaum. No quiere que tome sus propias decisiones ni asuma las consecuencias de éstas. Con su enorme poder político, el presidente ha orillado a su sucesora a aceptar un paquete de reformas -destacadamente, la que destruye el Poder Judicial- que van a delinear su gobierno, o incluso dejarlo internacionalmente desacreditado y desprestigiado. No le ha dejado margen de maniobra y ya amenazó con “ejercer su derecho a disentir” desde su rancho en Palenque si algo no le gusta. Es tal el poder del presidente, es tal su control sobre Morena, que parecería que le basta un tuit para desestabilizar a la próxima presidenta si ella se sale del redil.

Si Claudia quisiera… podría sacudirse a López Obrador.

El 1 de octubre, cuando asuma la Presidencia, va a tener las herramientas. De entrada, recibirá la lealtad del Ejército mexicano. Además, podrá tomar control de la Unidad de Inteligencia Financiera y el Servicio de Administración Tributaria. Y la Fiscalía General de la República se le alineará también. Si se siente amenazada por López Obrador, basta abrir una investigación sobre sus hijos y usarla como instrumento de presión. Los elementos están a la mano: grabaciones, documentos. Le puede plantear a López Obrador un trato: yo respeto tu lugar en la historia y mantengo a tus hijos impunes, pero tú no mueves un dedo en mi contra y me dejas gobernar.

Si Claudia quisiera… pero no me da la impresión de que quiera.

López Obrador no la quiere dejar gobernar, pero ella parece muy cómoda con ese rol. El presidente le dio la candidatura, le hizo la campaña, le ganó arrolladoramente la elección y le está dejando el plan de gobierno a implementar. A cambio, ella recibirá la banda presidencial, podrá presumir para la historia el ser la primera mujer presidenta de México y sobre todo, ha recibido y seguirá recibiendo la protección política del invaluable teflón presidencial. Ella sabe que mientras guarde lealtad, él puede salir a poner el pecho a las balas si las cosas se complican. Así lo ha hecho en todas sus crisis y les ha ido bien.

¿Qué tipo de presidenta quiere ser Claudia Sheinbaum? Empiezan las señales.

 

Saciamorbos

 

Que se quite el disfraz del defensor de la libertad de expresión porque la única libertad de expresión que defiende es la de Julian Assange. Que se quite el disfraz de protector del periodismo porque el único periodista al que protege se llama Julian Assange.

Me da mucho gusto que defienda la libertad de expresión a nivel internacional. Pero el periodismo en México durante su régimen está indefenso por su culpa: en esta administración se rompió el récord de periodistas asesinados mientras el presidente se erigió como el mayor agresor contra la prensa libre, que ha mostrado que no tiene pudor en usar todas las herramientas del Estado con tal de intimidar a quien publica una irregularidad en su gobierno.

Qué bueno que tengamos al frente de nuestro país a uno de los más encendidos defensores de Julian Assange. Qué desgracia que él mismo sea uno de los más despiadados agresores de los periodistas en su propio país. No se puede ser un paladín de la libertad de expresión hacia afuera y un agresor hacia adentro. Bueno, sí se puede. Andrés Manuel López Obrador ha podido.

 

historiasreportero@gmail.com

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