Por Jorge Alberto Bojalil Soto, al gabiila.
Si los humanos hubiesen existido”, – Legendario Manifiesto Dinosaúrico
—Dinosaurios, la cobardía nunca nos ha movido a nosotros. No es la muerte, son nuestros principios. Serán estos los que decidirán entre nuestra desaparición histórica o si renegamos a nuestra ética al oponernos al próximo exterminio que no viene.
—Lo grave es que al dominar con exactitud el conocimiento del futuro de la Tierra. Poseemos saberes que nos permiten anticipar el desastre que le ocasionará al mundo la raza que nos sucedería en dominio si dudamos en alterar la trayectoria del astro al que nos ha enfrentado la galaxia.
—He aquí el dilema de permanecer inertes ante la magnitud de una catástrofe que podemos evitar. Desaparecemos y en el cosmos nadie aprenderá de la ejemplar evolución que los dinosaurios alcanzamos.
—Falta aún la que lograremos en decenas de millones de años más ¿Por qué perderlo todo? ¿sólo por la trayectoria de un objeto cósmico cuyos movimientos precisamos hace medio siglo? ¿Para qué acumulamos entonces tanta sabiduría ligada al respeto a la cultura y a nuestro aliado el medio ambiente?
—De acuerdo. Esta convención mundial debe definirse ya. El asteroide impactará con certera precisión dentro de mil veinticuatro días a lo que en alguna época venidera podrían llamarle Yucatán.
Tras acalorados y ejemplares debates democráticos la mayoría de los convencionistas presentes y a distancia propusieron votar la llamada Alteración. Significaba desviar al astro sin dañarlo. Ellos domaban a las enfermedades, pero ahora habría sólo una muerte para ellos si su ética les impedía aprobar dicha propuesta.
Contrargumentos tras argumentos dirigían la algarabía, los detalles y advertencias resultaban importantes en extremo.
—Nuestro colectivo internacional que agrupa a los dinosaurios marinos vota por La Alteración. Nos apena que dicho voto viole al principio fundamental dinosaúrico de no interferir al universo.
—Nuestro sindicato de los dinosaurios del aire también se adhiere a La Alteración. Aunque advertimos que si nuestra moción resulta ganadora, es inevitable la secuela paradójica y rebelde que enfrentaría contra nosotros a nuestro descendiente Dino Zukunft quien reaccionará dentro de sesenta y seis millones de años, se nos opondrá por considerar violatoria la desviación del asteroide al valorarla contra natura, como podría decirse en un idioma del futuro.
—Los colectivos de la tundra advirtieron respecto a Zukunft. Por cierto, él se reconocerá con toda certeza como uno de los descendientes de su ancestral millón abuelo, nuestro sabio dirigente Rex-Guía. Como lo sabemos con certeza, las consecuencias de su ortodoxia indomable no deberán sorprendernos ya que nuestra evolución nos permite alterar no sólo al futuro. Nuestros descendientes podrán modificar su pasado. —Un murmullo retumbo en toda la sabana.
—Alteremos ya. No nos amilanemos frente a los diversos sucesos y secuelas de nuestras posibles decisiones. De cualquier forma ya sabemos que si nos extermina el astro que se acerca los animales humanos además del sufrimiento al que someterán al planeta, también borrarán y negarán todo vestigio cultural, tecnológico y socialdinosaúrico, nos harán parecer primitivos y salvajes.
—Cierto, negarán nuestras aportaciones a la Ecología, al dominio presencial del tiempo y al conocimiento de los fenómenos astronómicos. Hasta producirán películas en las que nos harán aparecer como bufones.
—Desviar al asteroide no es problema. Son los depredadores humanos quienes nos sucederían los que nos inquietan. Aún inexistentes, pero ya nos aterran.
—Continuaremos nosotros como la raza evolucionada de la Tierra o permitimos que los futuros humanos provoquen un desastre planetario.
—¿Podemos creerlo? Los dinosaurios que desde el jurásico hemos dominado al mundo con un poder tecnológico inalcanzable en el universo, resultamos incapaces frente a esta época universal histórica. Dudamos para responsabilizarnos ante nuestro futuro como especie.
—Sí compañero Rex Guía, estos 135 millones de años de superioridad se los debemos a la generosidad y no al egoísmo. Nunca hemos quebrado ningún principio que viole al ciclo ecológico de la tierra, tampoco ahora alteraremos al universo por más que resultemos extinguidos.
—Jamás, —rechazaron los diferentes agrupamientos dinosaúricos. —Seamos capaces de evitar nuestra jubilación mortífera, modifiquemos al orden natural. Hoy proponemos violentar nuestros ideales a cambio de evitar la existencia humana. No renunciemos a las auroras boreales. La vida de nuestros acompañantes vegetales nos pone la muestra. —Un silencio se sintió en el auditorio natural de la sabana, sólo se percibía el eco lejano del aletear de los voladoras nietas de los manirraptores, ágiles buscadoras de nadadores pikaia en el lago. Los dinosaurios conectados a distancia a través de las imágenes transmitidas por la clorofila de las redes de comunicación pararon sus disertaciones. Movían sus cabezas muy nerviosos,
—Nuestras proyecciones indican que nos reduciremos sólo a las aves. Sabemos que moriremos casi todos.
—Ese no es el problema. Si desde hace milenios podemos merodear por los asteroides y conocer sus composiciones metálicoarcillosas. Decidamos, lo detenemos o no ¿nosotros o el universo que nos reta a jugar al ajedrez del futuro?
—La ponencia de DinoRaptor Al Maadi se votó, El asteroide no cayó en Yucatán.
Millones de años transcurrieron. Los dinosaurios viajaban todos por placer a las galaxias, se comunicaban con los vegetales, la palabra pobreza no existía. La cultura, la educación y los deportes eran para todos. A pesar del rompimiento ético de aquel principio dinosaúrico, nadie violentaba leyes, el dinero era innecesario, los dioses no atemorizaban a nadie, sólo existían para quienes querían reconciliarse con su muerte.
166 millones de años después, un Dino Raptor Zukunft enfurecido rastreó su ascendencia relacionada con Dino Raptor Al Maadi, digamos su milmillonésimo abuelo. Zukunft era uno de los pocos dinosaurios fanáticos que existían. se avergonzaba de la decisión de impedir el impacto de aquel asteroide. Yucatán no existía, aunque a los dinosaurios les fascinaba estudiar a la inexistente civilización Maya.
—Juró volver al pasado y matar a mi milmillonésimo ancestro. Se fue. Lo logró.
Hoy en día nebulosas envenenadas rodean a la tierra, ningún dinosaurio la transita, de sus huesos no se sabe casi nada. De plantas y árboles no se sabe mucho.
—Dicen que por doquier existen trincheras. —Sí existen aquellos lugares que se multiplicaron como creados por batallones de topos. Allí humanos desdibujados de vez en cuando asoman con sigilo sus enlodados rostros. Casi olvidan su vocabulario.
—Tememos a los brincos demoniacos de las bombas racimo y al sarpullido sádico de los fogonazos cargados de químicos.
—Odiamos cuando nos fumigan aquellos drones inteligentes emisarios de no sabemos quién.
—Morir no significa mucho porque todos vivimos como muertos. A nadie nos interesa ya saber por qué se desataron tantas guerras. Pocos sólo esperan irse pronto al cielo, muchos más dicen que el paraíso celestial los abandonó, la mayoría afirma que lo celestial es un invento.
De Zukunft no existe ningún rastro, tampoco en el lejanísimo pasado al que se transportó.
Envíenos su cuento a: latrincadelcuento@gmail.com